El ser humano muere no porque esté viejo o enfermo, sino porque está vivo. La recién pasada semana, miles de personas tuvieron presente la muerte de sus seres queridos. Fue un tiempo de tristeza y dolor. Y se vale, puesto que somos humanos.
La muerte es un tema del cual no nos gusta hablar mucho, por los efectos psicológicos que dicho tema genera en nosotros. Sin embargo, es un tema que hay que poner sobre la mesa, porque tarde o temprano nos llegará; y se espera que estemos preparados.
Mientras ese momento llega, esta vida que se nos ha dado debería ser puesta al servicio de los demás, e ir caminando por este camino de la vida con la esperanza puesta en la otra vida, es decir, en la vida eterna. Y estando vivos, deberíamos de vivir con sencillez y humildad, pero, sobre todo, vivir una vida desprendida de cosas materiales y de otros tipos de apegos como el poder y el dinero.
Hasta el día de hoy, aun no entiendo cómo tantas personas se aferran a las cosas materiales, al poder y al dinero, y hacen todo lo que pueden para aferrarse a “eso”. No caen en la cuenta de que tarde o temprano colgarán los caites, y entonces será el momento en el que tengan que dar cuentas de sus acciones. Pienso en este momento en los políticos actuales que están haciendo todo lo posible por aferrarse al poder. ¿Qué pasará con ellos cuando mueran? ¡Ojalá se arrepientan a tiempo y así puedan salvar sus almas!
De lo que sí estoy seguro es de que cuando uno se muere no se lleva nada. Cuando muramos no seremos recordados por la cantidad de dinero o de cosas materiales que teníamos, sino por la calidad de personas que fuimos. Seremos recordados por las buenas acciones realizadas en vida. En ese momento del juicio final no se nos preguntará por el dinero o el poder que tuvimos, sino que se nos preguntará cuánto amamos estando vivos.
Por lo tanto, es sano reflexionar sobre este tema de vez en cuando. Hoy estamos vivos, pero mañana podemos estar muertos. Esforcémonos cada día más por servir y ser solidarios con los más necesitados. Desgaste su vida por el bien de los demás. El sentido de la vida humana es vivir para morir.
No desperdicie su vida en cosas de poco valor. Use está vida para prepararse para ese momento íntimo con Cristo en el último día. Cada día que pasa es una oportunidad para dar lo mejor de sí mismos. Deje el odio, la envidia y el resentimiento. Estos sentimientos le distancian de Dios. Sea amable, atento, pero sobre todas las cosas, ame sin medida a las personas que Dios le pone en sus manos todos los días. No sea egoísta y envidiosa. Estos últimos sentimientos vienen del mal y no le ayudan a agregar bendiciones a su vida.
Mientras viva, disfrute la vida. Pero no pierda de vista el tema de la muerte. Haga un uso racional de los bienes que adquiera con el sudor de su frente. Estudie, trabaje, aprenda y ame. Hay que dejar un legado en la memoria de nuestra gente, pero que sea un legado de valores y virtudes. No somos perfectos, y vamos a equivocarnos. Pero considero que sí es posible vivir con pasión y un liderazgo proactivo en este mundo. Esto nos ayudará a que, al final de nuestra vida, Dios nos diga “benditos” y no “malditos”. Que esta vida nos ayude a ganarnos el cielo en la vida eterna con Dios.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.