“El 7 de septiembre de 1897, el vecindario de San Marcos despertó con la noticia del alzamiento en armas contra el gobierno del General Reina Barrios, quien recién había clausurado la Asamblea Legislativa, declarándose dictador. Este hecho causó el alzamiento militar conocido como la Revolución del 97”
Ese día, 7 de septiembre de 1897, 400 hombres comandados por Salvador Ochoa, Víctor López y Timoteo Molina tomaron el Cuartel Militar de la Ciudad de San Marcos, liberando de la cárcel a los presos (algunos de ellos políticos), incorporándolos de inmediato al alzamiento militar. Mientras tanto, otro grupo mayor tomaba San Pedro, ciudad distante un par de kilómetros de San Marcos, éstos comandados por los jóvenes Francisco Martínez Barrios y Mariano Barrios Escobar.
Dirigía estos dos alzamientos simultáneos un triunvirato integrado por el Coronel Próspero Morales, el General Daniel Fuentes Barrios, y el Licenciado Francisco Aguilar, ex Presidente de la Asamblea Legislativa disuelta por el Presidente de la República, General José María Reina Barrios, en su afán de postergar su mandato un periodo presidencial más. Una vez organizados los grupos revolucionarios, se dirigieron a San Juan Ostuncalco, distante unos 15 kilómetros de la Ciudad de Quetzaltenango, destino siguiente de los alzados en armas.
Don Juan Aparicio Mérida se encontraba con su familia esos días en la Planta hidroeléctrica de Zunil, de su propiedad, cuando fue conminado, con engaño, por el Jefe Político y Comandante de Armas de Quetzaltenango, a que se presentara de inmediato. Cuando don Juan se dirigía a la oficina del jefe Político, fue capturado por policías y conducido a un calabozo, del cual lo sacaron bajo el compromiso que debía hacer un “empréstito” urgente de 15,000 pesos para la “defensa de la Ciudad”. Le llevaron custodiado a las oficinas de Kock Hermanos y Co. a que le proporcionaran el dinero en efectivo que hubo de depositar en la Administración de Rentas que controlaba el Jefe Político y Comandante de Armas, Coronel Roque Morales.
En prisión, y ante la imposibilidad de hablar con el Jefe Político, don Juan Aparicio Mérida puso un telegrama al Presidente Reina Barrios, quien lo contestó de la siguiente manera:
“Casa Presidencial, septiembre 8 de 1897. A Juan Aparicio. Enterado de su telegrama; se le complica a Ud. de estar en conexión con el General Fuentes. No obstante de eso, daré orden para que se le ponga en libertad, prohibiéndole que se mueva de esa Cabecera. Reina Barrios”
Don Juan Aparicio Mérida fue amigo del General Daniel Fuentes Barrios, uno de los alzados en armas, y a quien había aportado dineros para su campaña política hacia la presidencia, campaña que se vio frustrada por la decisión de Reina Barrios al declararse dictador por un periodo más, lo que inhibía posibilidades a los otros aspirantes a la presidencia, entre ellos el Coronel Próspero Morales y José León Castillo en el Oriente del País.
Don Juan Aparicio permaneció recluido en el calabozo, al que poco después llevaron también al Alcalde de Quetzaltenango, Licenciado Sinforoso Aguilar, acusado de similares razones. Este calabozo se encontraba pared de por medio del Hospital de San Juan de Dios, proyecto que don Juan Aparicio y su familia habían apoyado de manera importante desde que se iniciara en el año 1848. Entonces, un grupo de quetzaltecos solicitaron a las monjas abrir un boquete para liberar a los presos, pero estas se opusieron por temor.
Durante todo este tiempo, la joven esposa de don Juan Aparicio, doña Dolores Rivera (tenía en esos aciagos momentos menos de 30 años y varios niños pequeños), luchó de manera extraordinaria y desesperada por salvar la vida de su marido, como veremos en siguientes paginas.