Sin querer queriendo llegamos al último mes del año 2021. Considero que vale la pena hacer una especie de reflexión ahora que estamos iniciando el mes de diciembre, sobre la manera cómo hemos asumido la vida.
La vida se nos da para que la asumamos con prudencia. Esta virtud nos va a permitir no caer en excesos, cuando éstos se nos presentan en nuestras manos. Es una virtud cardinal, que nos va a permitir discernir lo que está bien y lo que está mal, lo que nos conviene y lo que no nos conviene. Es una virtud que da la habilidad para percibir ciertos riesgos que, en algún momento, podemos correr.
A la prudencia se le denomina “auriga virtutum”, es decir, conductora de virtudes, pues indica a las demás virtudes la regla y la medida en que deben practicarse. Santo Tomás de Aquino la define como “la regla recta de la acción”. Los hombres y mujeres prudentes son quienes razonan sus acciones.
“La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo”, (CIC, 1806). Como ven la prudencia es una virtud clave para que en todo momento elijamos el bien que queremos; y no el mal, que no queremos. Esta era la gran pregunta que se hacía San Pablo: Señor ¿Por qué no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero? (Rm 7,18).
Muchas decisiones que hemos hecho en la vida, posiblemente no eran las que queríamos hacer, pero a golpe dado no hay quite. Por ejemplo, es probable que la persona con la que viva ahora no era con la que usted quería juntarse, pero esa fue la decisión impulsiva que tomó en su momento, y ahí está lo que tiene.
A veces terminamos en un lugar o en una situación en donde no queríamos, pero por dejarnos llevar por el memento, nos enredamos en la misma, y nos metimos a camisa de once varas. ¿Por qué? Pues porque somos libres, y el mal manejo de la libertad hace que uno termine haciendo el mal que no quiere.
La prudencia entonces es esa virtud que todos debemos llevar en el bolsillo o en la cartera y usarla constantemente. Sea prudente cuando se toma unos tragos, sea prudente al conducir un carro, sea prudente en la relación con su novio o novia, sea prudente para expresar lo que piensa y sea prudente en su profesión y vocación.
Jesús en (Mt 7, 21. 24-27) cuenta la historia de dos hombres que construyen su casa. El primero es un hombre prudente, porque la edifica sobre roca. La lluvia y el viento no la destruyen. El segundo es un hombre imprudente, porque edifica su casa sobre arena. A esta casa sí el viento y la lluvia la destruyen completamente. La sensatez es clave para construir nuestra vida. La prudencia es esa virtud que da fuerza para soportar los vientos y las lluvias fuertes de la vida. En realidad, la prudencia nos permite ser fieles a nuestros principios.
¿Qué tan prudente soy? ¿Qué tan imprudente soy? La respuesta cada uno la sabrá. Lo que hace la prudencia es ayudarle a usted a que no se vaya a los extremos en esos momentos de fragilidad. La prudencia es la que cuando uno está a punto de caer a un charco de agua sucia, le dice: piénsalo bien antes de meterte. Y si uno no reflexiona bien, uno adquiere la valentía para decir: no; caso contrario, terminamos haciendo lo que no queremos, y las cosas se nos complican. Que cada día adquiramos la capacidad de medir las consecuencias de nuestras acciones y así respetemos la vida y la libertad de quienes comparten su vida con nosotros. Hay que evitar ser imprudentes, tanto por nosotros como por los demás.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.