En el escenario de la vida universitaria, donde la búsqueda del conocimiento y el crecimiento personal deberían ser los pilares fundamentales, lamentablemente, persiste una sombra incómoda y perniciosa: el acoso entre compañeros. Aunque muchas veces pasa desapercibido o se minimiza, el acoso universitario es una realidad que deja cicatrices profundas en quienes lo sufren y socava los cimientos de una comunidad académica donde debería prevalecer el respeto.
El acoso entre compañeros en el ámbito universitario puede adoptar diversas formas, desde comentarios despectivos y exclusiones sutiles hasta comportamientos más graves como intimidación física, difamación en redes sociales o abuso emocional. Independientemente de la forma que tome, sus efectos son devastadores, erosionando la confianza en sí mismo, generando ansiedad, depresión y en casos extremos, llevando a consecuencias trágicas como el suicidio.
Una de las formas más insidiosas de acoso universitario es el acoso sexual. En un entorno donde la igualdad de género y el respeto a la diversidad deberían ser valores fundamentales, es alarmante constatar que el acoso sexual persiste en muchas instituciones académicas. Desde avances no deseados hasta comentarios lascivos y chantajes, el acoso sexual crea un entorno tóxico que obstaculiza el aprendizaje y la realización personal.
Es crucial reconocer que el acoso universitario no es un fenómeno aislado, sino que refleja dinámicas más amplias de poder, desigualdad y falta de empatía. Las estructuras de poder dentro de las instituciones académicas pueden perpetuar el acoso al proteger a los perpetradores en lugar de apoyar a las víctimas y fomentar una cultura de respeto y responsabilidad.
Abordar el acoso universitario requiere un compromiso colectivo y acciones concretas. Las instituciones educativas deben implementar políticas claras y protocolos de denuncia efectivos, así como brindar capacitación en prevención de acoso y apoyo a las víctimas. Es fundamental crear espacios seguros donde las víctimas se sientan empoderadas para denunciar el acoso y recibir el apoyo necesario sin temor a represalias o estigmatización. He tenido oportunidad de dar acompañamiento a víctimas de acoso que dentro de espacios universitarios desconocen a donde acudir para pedir apoyo dentro de la institución en la que estudian.
Sin embargo, la responsabilidad no recae únicamente en las instituciones. Cada miembro de la comunidad universitaria tiene un papel que desempeñar en la creación de un entorno inclusivo y respetuoso. Es necesario promover la educación en valores como el respeto, la empatía y la igualdad desde una edad temprana, así como fomentar una cultura de intervención activa donde todos se sientan responsables de poner fin al acoso.
En última instancia, erradicar el acoso universitario requiere un cambio cultural profundo que desafíe las normas de poder y jerarquía arraigadas en nuestra sociedad. Es hora de enfrentar esta realidad incómoda y trabajar juntos para construir comunidades académicas donde todos puedan florecer libremente, sin miedo ni discriminación. Porque solo así podremos alcanzar el verdadero potencial transformador de la educación superior.
Experta en sexualidad, derechos sexuales y reproductivos. Médica General, con especialidad en Ginecología y Obstetricia. Tiene una Maestría en Sexualidad Humana.