Hoy más que nunca viene a bien decir ‘la naturaleza es sabia’, mi abuela decía que yo tenía memoria de elefante, era más travieso que un mono, dormía más que un oso, comía como avestruz y era necio como un burro».
Hoy, luego de estar rodeado de célebres ciudadanos: presidente el buen amigo, académicos unos, ingenieros otros, doctores unos pocos, casi todos con distinciones humanas. Pensé en el tema a escribir esta semana, y así proponer su lectura.
En eso, recibí una llamada telefónica de mi amigo Gonzalo Callejas, desde Ecuador, para recordarme que estamos en estos días celebrando festividades ecológicas o ambientales, que tiempo atrás las disfrutábamos juntos y las considerábamos “fiestas de guardar”, vi unas imágenes del Facebook de esas que dicen: “un día como hoy” me sorprendí al ver fotos donde con el actual alcalde de Ambato, Luis Amoroso, el director regional del Ministerio del Ambiente, Omar Landázuri, y otras autoridades, organizamos y participamos con los ciudadanos de esa urbe en “el día de la bicicleta”, la idea fue que todos los funcionarios ese día se movilicen a sus trabajos en bicicletas, nos unimos muchos vecinos y se transformó en una fiesta inolvidable; varios de ellos han conservado esta sana costumbre. Después de unos días celebramos el Día de la Tierra, sembrando árboles en el Parque Industrial de Ambato, junto con niños que lo hicieron con mucha alegría y absoluta generosidad.
Hoy más que nunca, quisiera ser el niño aquel, que jugaba en la jungla con todos los animales, y compartía la sabiduría infinita de un águila real, y paseaba en plena libertad junto al Rey León, sin semáforos o abusivos autos que estacionan donde les place, o que aceleran en la franja “cebra”.
Quiera tener la serenidad y paciencia del búho, para pensar cada palabra a ejecutar, así como ser ágil como una gacela que jamás se cansa de saltar, y que mientras más alto es el obstáculo, disfruta más. Cuánto no diera por vestir con los colores de un quetzal, que en perfecta armonía con la naturaleza brilla con luz propia por su belleza original. Ya quisiera ser tan ágil como una ardilla, que reconoce a la perfección la nuez más crocante antes de gozar ese banquete.
A ratos a los seres humanos nos caería bien ser fieles como los pingüinos, astutos como la zorra, para no atrevernos a intentar morder el panal de abejas para evitarnos picazón en el hocico. O ser seguros como la tortuga, que con constancia es capaz de vencer a la liebre.
Deberíamos aprender a querer como lo hace nuestro “firulais”, que no para de demostrar su felicidad al vernos llegar. O tener la paciencia de nuestro pez de colores, que en silencio es capaz de sobrevivir en un espacio reducido.
Hoy más que nunca viene a bien decir “la naturaleza es sabia”, mi abuela decía que yo tenía memoria de elefante, era más travieso que un mono, dormía más que un oso, comía como avestruz, y era necio como un burro. La organización de los animales, es perfecta. Estos jamás mienten, dan o piden “mordidas”, la manada de los lobos en los helados bosques del polo norte, tiene una jerarquía perfecta, el líder cuida y da la vida por los demás.
Dios dio a un hombre llamado Noé la posibilidad de administrar, y ahí se complicó todo, y desde siglos sigue en la búsqueda de encontrar el equilibrio, ha destruido bosques, ríos, montañas, valles y ha sembrado cemento por todas partes. Los descendientes de Noé, hemos sido capaces de destruir lo que la naturaleza construyó.
La vida nos da oportunidades y esta es la más difícil, rescatar el valor de la vida, rescatar el valor de la naturaleza, este 22 de abril, Feliz día de la Tierra.