Durante los últimos días se conoció la formación de un frente contra la minería en la ciudad de Quetzaltenango, creo que se tardó mucho, pero más vale tarde que nunca. La iniciativa debe ser apoyada por todos.
Hace ya más o menos 10 años había visto con mucha preocupación cómo el cerro Siete Orejas se iba convirtiendo en un área deforestada. Los árboles se han ido eliminando y han surgido zonas agrícolas, condominios y otros efectos producto de la voraz ambición del hombre. Todo esto a pesar de que hace algunos años la zona se consideraba área protegida, quién la vendió o quién se la apropió.
Si vemos una fotografía satelital de cómo era la zona a finales del siglo XX, y cómo es hoy a inicios del siglo XXI, podremos notar el daño irreparable a la naturaleza, cuyos efectos ya son visibles y afectan la vida de los vecinos de la zona 1, específicamente en los barrio Nuevo León y Calvario.
El daño al medio ambiente ya no es un mito, se ha convertido en una abominable realidad. Esta semana en Japón murieron cientos de personas por la ola de calor más fuerte de la historia. En Grecia, tras un devastador incendio, alimentado por el calor, hizo presa de muchos turistas en las playas, 80 muertos y 187 heridos.
No puedo imaginar lo dolorosa que es la muerte por calor, ya sea por las altas temperaturas o bien por las llamas. Pareciera una copia del infierno que relatan las sagradas escrituras. Los daños que el ser humano ocasiona a su hábitat verde, antes café y hoy negro, harán que todo el globo terráqueo se convierta en la hoguera que recibirá a todo habitante del mundo, sin importar clase social y religión, y olviden el paraíso prometido, ni todo el dinero entregado a su iglesia les salvará.
Países como Guatemala son débiles ante las amenazas, y más por la falta de un trabajo consiente en sus instituciones.
A todo lo anterior sumemos el daño producto de la minería. Desde cualquier parte de la ciudad es visible el daño que esta actividad ha causando a los cerros circundantes a la ciudad altense. Los daños ecológicos y los daños a la infraestructura vial son visibles, se requerirá de por lo menos 20 años para repararlo, eso sí, con voluntad política, la cuál hoy no existe.
La aparición en el territorio quetzalteco de Pasivos Ambientales Mineros (PAM) es inminente. Los impuestos y regalías que pagan las minas al Estado representan cada año en promedio el 0.09 % del PIB, reparar el daño representa un costo que oscila entre el 0.02 % y el 0.21 %, muy superior, casi al doble de lo recibido, por lo que pagar estos pasivos será responsabilidad de todos los ciudadanos y lo hará vía impuestos.
Es urgente incrementar los ingresos que el Estado recibe por conceptos de regalías e impuestos de las minas a por lo menos cuatro veces el valor que hoy pagan, de lo contrario, se deben declarar lesivos y cancelar las concesiones mineras, pero sobre todo no autorizar en ninguna parte del territorio guatemalteco la extracción minera, y enfocar la política económica a otros sectores más productivos y mucho menos dañinos.
Profesor universitario, académico, profesional de las Ciencias Económicas.