Quiero comenzar este artículo con la famosa frase de Ortega y Gasset: yo soy yo y mis circunstancias. El yo personal está inmerso en una realidad compleja; una realidad que le plantea retos inesperados, retos que jamás el “yo personal” soñó experimentar. Las circunstancias no siempre están a favor de uno; muchas de ellas son adversas. Por lo tanto, le sugiero que reflexione sobre “su yo integral”.
El yo mental: ¿Que tanta salud mental tengo? ¿Manejo bien mis emociones y sentimientos? ¿Que tan buenos están los pensamientos que produce mi mente? ¿Son pensamientos que me permiten crecer y que hacen crecer a los demás? Recuerde que el cerebro produce más de sesenta mil pensamientos al día, pero más de cuarenta mil son negativos. Su mente es determinante en el éxito o fracaso en la vida.
El yo afectivo: ¿Cómo estoy en mi afectividad en temas como la ira, la envidia, el rencor, los celos y mi seguridad personal? ¿Qué tan bueno soy para tomar decisiones y cerrar círculos afectivos que me han arrastrado y me siguen arrastrando en mi vida personal? A nivel afectivo hay que tomar decisiones. Si tiene que cortar con una relación, hágalo; si tiene que buscar ayuda profesional para hacer catarsis, hágalo. Pero no es sano quedarse de brazos cruzados. Como seres afectivos necesitamos ser amados, pero no busquemos el amor en donde no existe.
El yo familiar: ¿Qué es y quién es mi familia? ¿Cómo me estoy relacionando con mis hermanos, hermanas, papás, nietos, entre otros? Si por X o Y razón me he peleado con ellos, hoy tengo la oportunidad de reconciliarme y de llegar a un acuerdo amistoso para vivir en paz, y así disfrutar más y mejor esta vida.
El yo social: ¿Cómo trato a las personas en mi trabajo, en los supermercados y en la calle? Siempre estoy en contacto con otros seres humanos, pero ¿Cómo los trato? Recuerde que el trabajo, la empresa, el club, el gimnasio, los mercados y supermercados, son espacios para evangelizar con el ejemplo de vida. Dice el refrán que “al mal tiempo buena cara”; entonces haga el esfuerzo por estar siempre de buen humor y con paz interior. Mientras uno esté vivo todo tiene solución. Aproveche servir bien a quien Dios le ponga en sus manos todos los días.
Y finalmente, evalúe su yo espiritual: ¿Quién es Dios para mí? ¿Habita más en mí el Espíritu de sabiduría, prudencia y del temor de Dios o predomina más el espíritu del diablo? ¿Confío más en Dios que en quienes se hacen pasar por adivinos y brujos? ¿Qué tanta influencia tiene Dios en mi vida? ¿Hago más la voluntad de Dios que mi voluntad? Sin Dios la vida del hombre no tiene sentido. Independientemente de la religión que sea, haga el esfuerzo por ser un creyente activo y comprometido.
En palabras paulinas: “Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, les conceda a ustedes vivir en perfecta armonía unos con otros, conforme al espíritu de Cristo Jesús, para que, con un solo corazón y una sola voz alaben a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo”, (Rm 15, 4-9). Por muy adversas que sean las circunstancias en la vida, siempre hay alguien que no nos deja solos. Con Dios la vida tiene un sabor diferente.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.