Entre quienes han, siguen y seguimos considerando a los antecedentes históricos como el mejor nutriente para auscultar en el pasado las causas que nos permiten explicar el presente e incluso, reconocer los errores para no cometerlos nuevamente en el futuro, encontramos variadas posiciones: desde lo empírico e insostenible, hasta lo científicamente demostrable. Estas posturas pueden resumirse en dos corrientes derivadas de la concepción del mudo; del origen y evolución de la humanidad, cada una, con sus respectivas variaciones e interpretación histórica: el Idealismo, y el Materialismo. El primero se basa en el origen y evolución de las ideas, y el segundo, en el origen y evolución de la materia. Ambas corrientes, con las distintas teorías, las encontramos en y con los autores, literatos e incluyendo la religión, para sostener y explicar la historia, desde el surgimiento de la civilización, hasta nuestros días: desde lo antiguos y los griegos, hasta los teóricos contemporáneos que se conocen en nuestros días, pasando por las diferentes etapas que considera el origen del hombre, la familia, la sociedad y todo cuanto significan los avances tecnológicos que tanto han contribuido al desarrollo del mundo actual. Sería mucho lo que sobre el particular se podría tratar de abordar para ampliar este tema, pero las limitaciones en tiempo, espacio y por qué no reconocerlo, también en conocimiento, no lo permiten. Además, tales posibilidades nos apartarían de lo que, en esencia, pretendo abordar: cómo juzga y cómo sancionará la historia nuestras acciones y el quehacer político y social, en la sociedad donde actuamos y nos desenvolvemos.
Aunque muchos no lo abordan y otros no lo reconozcan, para referirnos a la interpretación de los problemas políticos, económicos y sociales, existen dos verdades históricas: la verdadera, y la oficial; la primera es científica y demostrable y, la segunda, es falsa y deformada, pues la ostentan y tratan de imponerla quienes están en el ejercicio del poder y sus defensores; lo grave de esta es la incidencia y hasta el daño que causa en el proceso de producción, distribución y consumo de los bienes materiales y las relaciones sociales, materiales y espirituales que se establecen entre personas y núcleos de la población. En la Guatemala actual, para confirmar o negar esta percepción y tratar de acercarnos a la realidad económica, política y social que actualmente estamos viviendo en el país, basta orientar nuestra atención hacia los intereses que representa y defiende el Gobierno actual y, principalmente, la política que se ejerce desde los tres poderes del Estado: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. No necesitamos mucho esfuerzo para interpretar la realidad y lo que, de no rectificarse el rumbo y orientación que se está imprimiendo a la política gubernamental, se puede esperar en el último año que resta para concluir la presente administración a nivel nacional, departamental y municipal.
Estamos frente a una situación en que, por indiferencia y hasta complicidad muchos la ignoren, también muchos la percibimos como preocupante. Un Ejecutivo con severos señalamientos, incluyendo los atribuidos a su presidente como el haber tenido que devolver los cincuenta mil quetzales que, ilegalmente, le transfería el Ministerio de la Defensa; el problema de su hermano e hijo, muchas cosas más y algo no menos grave: violar la constitución y desobedecer a la Corte de Constitucionalidad al, caprichosamente, no permitir el ingreso al país del jefe de la Cicig. Respecto del Legislativo, ¿qué se puede decir?, con honrosas excepciones, se ha convertido al Congreso en un circo donde, la última payasada, excluyendo las que faltan, es el show de quienes insisten en blindarse contra la inmunidad y como dignos integrantes del pacto de corruptos, insisten en legalizar el transfuguismo olvidando que con eso traicionan al partido que los postuló, traicionan a sus electores y avergüenzan a la sociedad. El Judicial, no es la excepción con los señalamientos; basta advertir que la fiscal no ha cumplido con su obligación de acatar el mandato de la CC, para revertir el capricho presidencial de permitir el ingreso al país, del Jefe de la Cicig; además, como mucho se comenta: ya se ve la diferencia entre la anterior y la actual fiscal. Para concluir, no es de extrañar la coincidencia entre lo que señalan la prensa y no pocos críticos y comentaristas: el actual gobierno y en particular el actual congreso, son lo peor en la historia política de Guatemala. A todos, sin excepción, LA HISTORIA LOS JUZGARÁ. Si faltara algo, recordemos la sentencia bíblica que dice: “POR TUS ACCIONES, SERÉIS JUZGADOS”.
Soy un profesional comprometido con la transparencia, la crítica y la propuesta, e identificado con los problemas sociales; los intereses y necesidades de los de a pie. / lufesaldy@hotmail.com