El Licenciado Sinforoso Aguilar Pérez debe ser considerado como un ilustre quetzalteco quien, a pesar de haber contribuido al bienestar de su país, tuvo un final fatal al haber sido fusilado junto con otro ilustre quetzalteco, don Juan Aparicio Mérida, por órdenes del entonces presidente de la República, General José María Reina Barrios.
Sinforoso Aguilar fue hijo de Alejandro Aguilar y Ana Josefa Pérez, habiendo nacido en Quetzaltenango el 1 de julio de 1865. Muy joven, en el año de 1883, se graduó de Bachiller en el Instituto Nacional para Varones de Occidente, INVO. Luego se trasladó a la ciudad Capital en donde se graduó de Abogado y Notario en el año de 1887. Ese mismo año fue electo Diputado a la Asamblea Constituyente. Concluida esa función es nombrado Sub-secretario de Fomento.
Pocos años después Sinforoso Aguilar se traslada a Quetzaltenango en donde se dedica por un tiempo a la docencia en la Facultad de Derecho de la Universidad de Occidente. Más tarde en el año 1897 es electo Alcalde Primero de Quetzaltenango, puesto en el que, a pesar de ocuparlo durante menos de un año, logró llevar adelante importantes proyectos; pero que a su vez representó su desgracia como veremos luego.
José María Reina Barrios tomó posesión de la Presidencia el 15 de marzo de 1892 para un periodo que concluiría seis años después. Al inicio de su gobierno realizó una extraordinaria obra física, especialmente en la Ciudad Capital; entre ellas el Boulevard 30 de Junio (hoy Avenida de la Reforma). Esa y otras construcciones, más la organización de una “Feria Internacional”, la cual fue considerada un total fracaso, llevaron al país a una severa crisis en las Finanzas del Estado, generándose malestar en la población. Pero lo que realmente provocó una auténtica revolución, fue la decisión del Presidente Reina Barrios de prolongar su periodo presidencial hasta 1902, para lo que disolvió la Asamblea Legislativa el 1 de junio de 1897 y convocó a una Asamblea Constituyente.
Siendo Alcalde don Sinforoso Aguilar se le recuerda por mantenerse firme en su decisión al recomendar a la Asamblea Constituyente el no permitir la reelección a Presidente, cuando el periodo de Reina Barrios llegaba a término. El 7 de septiembre de 1897 estalló en San Marcos la revolución, comandada por los coroneles Salvador Ochoa y Víctor López; de manera inmediata se conformó un triunvirato de dirección de la revolución. El día 8 de septiembre un batallón de 400 hombres tomó San Juan Ostuncalco y el Jefe Político de Quetzaltenango, don Roque Morales, avisó al Presidente y este ordenó que se tomaran presos como rehenes a los ciudadanos Sinforoso Aguilar y Juan Aparicio Mérida pese a que sabía que no estaban directamente implicados en el alzamiento.
Se sabe que don Sinforoso apoyaba la candidatura presidencial del Coronel Próspero Morales, pero no estaba comprometido en el alzamiento militar surgido en San Marcos. Reina Barrios pensó, ingenuamente que, mandando a encarcelar a aquellos dos personajes notables de Quetzaltenango, los líderes políticos que se habían alzado en armas contra la disposición dictatorial depondrían las armas y suspenderían su marcha sobre la ciudad altense, cosa que no sucedió.
El 13 de septiembre se produjo el ataque de las tropas del Presidente a la ciudad de Quetzaltenango, y sin juicio previo, los detenidos fueron fusilados en la plazuela de San Nicolás, enfrente del actual edificio del INVO. La lucha armada continuó dos días más hasta que se anunció la rendición. Tras finalizarse la revolución, en el acta municipal del 16 de septiembre de 1897 se lee lo siguiente: “(…) se comunicará al Licenciado J. Mariano Molina que ha sido nombrado Alcalde Primero en sustitución de don Sinforoso Aguilar quien fue fusilado el día lunes 13 de los corrientes”. El licenciado Molina renunció al cargo, habiendo sido electo don Enecón Mora, quien completó el periodo.
Este no ha sido el único caso de un Presidente intentando alterar la Constitución para perpetuarse en el poder; poco antes de Reina Barrios lo intentó el también General Manuel Lisandro Barillas y recientemente el Ingeniero Jorge Serrano Elías. Felizmente en todos los casos la ciudadanía se ha opuesto rotundamente, incluso arriesgando la vida, como en el caso comentado.