Una de las fuentes del mal es la “envidia”. Esta palabra viene del latín “invidia”que significa: “pesar o tristeza del bien ajeno”. Es ese deseo desordenado de obtener algo que posee otra persona y que uno no tiene. Creo a todos nos ha pasado esto; el problema se da cuando la capacidad de envidia que tengo me hace causar daño a los demás. La persona envidiosa se molesta consigo misma, porque no tiene lo que los demás tienen o bien porque no ha logrado lo que los demás han alcanzado.
La persona envidiosa no se da cuenta que ella es la responsable del resentimiento que siente de los demás. Bien dice el refrán: es mejor provocar envidia, que sentir envidia. Si usted siente envidia por el éxito de los otros, no es feliz. El envidioso normalmente se frustra. Son personas que han empezado un montón de cosas, pero nunca han terminado nada; todo lo dejan a medias. El envidioso es vengativo y negativo, siempre está maquinando ideas para colocarle trampas a quienes le rodean; no soporta ver que su compañero de trabajo prospere y disfrute lo que hace. De esta clase de personas las hay en todos lados.
A la persona envidiosa no le interesa prosperar. Son personas que se han acostumbrado a vivir en charcos de agua sucia y no quieren salir de ellos. Lo único que buscan es derrumbar al que alcanza lo inalcanzable. Quieren ver cada vez peor a quienes sobresalen en la vida.
Si usted está siendo víctima de la envidia, acérquese más a Dios. Si Dios está a su lado, nada ni nadie le podrá hacer daño. Pueden ponerle mil trampas, pero no caerá, porque Dios premia a quien se esfuerza cada día por hacer las casas bien.
Si a su alrededor hay muchos que lo envidian, alégrese; la envidia es una realidad que siempre estará en su vida. Cada vez que usted triunfa, surgen envidiosos instantáneos.
El envidioso se frustra cuando los demás progresan. Que nadie le detenga en su lucha por marcar la diferencia allí donde estudia o trabaja. Utilice el mandamiento del amor para combatir la envidia inserta en su corazón. La “envidia es una declaración de inferioridad” (Napoleón I).Jesús nunca sintió envidia, pero si despertó envidia en los escribas y fariseos, y por eso lo mataron. Pero si en su corazón habita el amor de Dios, los envidiosos no podrán destruirlo. El éxito se disfruta mejor cuando lo envidian.
Los envidiosos son como plagas de gusanos que carcomen los árboles. Los envidiosos son asesinos de virtudes. Espero usted no esté acabando con la fe, esperanza y caridad de sus semejantes. La vida misma le pedirá cuentas de cada una de sus acciones.
Martín Lutero decía: “tengo tres perros peligrosos: la ingratitud, la soberbia y la envida. Cuando muerden dejan una herida profunda”.¿Le han mordido alguna vez? Seguramente que sí. ¿A cuántos ha mordido usted hasta la fecha? Dejemos de morder a los otros; invirtamos nuestro tiempo en hacer el bien y evitar el mal. No es fácil, pero en el nombre de Dios, lo imposible es posible.
Sería bueno proponernos para este año 2019 ser menos envidiosos con nuestros semejantes. La envidia destruye familias y empresas. Pero lo peor es que es asesina de valores y virtudes en quienes se dejan atrapar por ella. Alegrémonos con quien triunfa y tiene más liderazgo que nosotros.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.