El éxito colectivo depende de más factores que el individual, por eso no siempre son las mejores generaciones o los grupos que parecieran favoritos los que logran el triunfo, en el deporte los ejemplos son incontables. Varios son los casos en los que las mejores generaciones de un país quedaron a la deriva, como la Holanda de 1974 o Colombia en 1994, que terminó siendo un fracaso; ha sucedido también en el baloncesto, béisbol, fútbol americano, etc. Simplemente se encontraron con un equipo en mejor momento o hubo otros factores que influyeron. Está también el caso de deportistas extraordinarios que sin embargo no alcanzan logros colectivos, el más reciente Messi con Argentina, o el mismo campeón mundial de ajedrez, Magnus Carlsen, quien en la última olimpiada decidió no participar ante las escasas oportunidades de Noruega en el evento (además de los “bajos” incentivos económicos).
Hoy, el equipo escolar de ajedrez de Quetzaltenango inicia la defensa de su corona, que ha obtenido de manera consecutiva en seis ocasiones. Con una selección renovada, fruto del trabajo de los entrenadores, los ajedrecistas en las categorías Sub-10, Sub-12 y Sub-14 buscarán lograr lo que no alcanzaron con anterioridad extraordinarias generaciones de atletas a los que las condiciones favorables no les acompañaron (en una ocasión el campeonato se perdió por cuatro puntos, consecuencia de no acudir con el equipo complet}o), pero que sí lo han hecho los siguientes equipos desde 2011 (el evento se suspendió en un par de ocasiones), marcando una época. Y aunque en campeonatos de la Federación Nacional el departamento que dominó las últimas dos ediciones fue Guatemala, en los escolares las seis recientes ocasiones han sido para Quetzaltenango, el año pasado incluso con triunfos a nivel centroamericano.
A pesar de la complejidad de los factores que influyen en el éxito colectivo, es posible identificar más de un indicador: el primero es la confianza y la seguridad que se transmite en el grupo, la disciplina, la serenidad y capacidad para manejar la presión y las emociones, la claridad en los objetivos, la identificación con la causa del equipo y el carácter para no rendirse, en lo que contribuye el respaldo del apoyo que tenga el grupo. Finalmente esa parte difícil de explicar, pero que se puede construir, eso que en el argot deportivo y del entrenamiento de grupos en general se denomina como la mística del equipo.