Al ojo del padre, se fortalece el hijo.
La presencia del padre en la formación del carácter del niño y la niña, es trascendental. Los niños introyectan del padre su comportamiento, y eso forma rasgos varoniles, lucha, tolerancia a la frustración. Las niñas son más femeninas con la presencia del padre en su niñez. El padre es un modelo tanto para el niño como para la niña.
Algunos padres abandonan a sus hijos con la madre, porque se van a trabajar de sol a sol, o emigran para enviar billetes. Cambian su calor afectivo por objetos materiales. Cuando regresan, los encuentran ya grandes, o no los encuentran. Vienen con la bendición de los dólares y la maldición de los hijos.
La niñez es un tiempo crítico, lo cual significa que, lo que falta en ese preciso momento, ya no se recupera. La personalidad del niño y la niña solo se desarrolla bien, si percibe una justa relación de amor, autoridad y libertad en los padres. Estos hijos, cuando son adultos les resulta complicado nivelarse, llenar los vacíos que tuvieron de niños, por falta de una figura paterna.
El pequeñín siente muy en vivo el interés y el afecto expresado en su vida, entra en su experiencia del niño. Papá representa en su vida una presencia masculina, con todo lo que esta aporta a su protección, de solidez, atracción hacia el mundo exterior, todavía desconocido por los niños. Su padre le representa al “Hombre” y su actitud ante la vida y las personas.
Los niños desean amar a su padre, generalmente se vuelven locos de alegría cuando regresa a casa, y están orgullosos de enseñarle lo que ha hecho. Le imitan, “ser mayor” es hacer lo mismo que papá. Ser tomado en serio por él es sentirse verdaderamente alguien, sentirse llamado a hacer progresos.
A la madre, le resulta difícil esperar media hora para darle quejas al padre, cuando recién llega a casa, ella añora descargarse y restablecer el orden. Algunos padres se ven forzados a reprender con autoridad, cuando lo que querían era estar en armonía con ellos. Pese a los inevitables conflictos, los niños aceptan con entusiasmo la presencia del padre en su universo. También la indispensable autoridad del padre le brinda fuerza a la personalidad del niño.
Un padre que se había separado de la madre, le enviaba todas las Navidades un gran regalo a su hijo. El gusto era enviarle con Santa Claus en la carrosa de la juguetería, un gran paquete a las ocho de la noche. Pero sucedió que ese año tuvo dificultades económicas, y no pudo enviar nada. Se presentó a esa hora, para ver si aparecía la carrosa, aunque él no hubiera pagado nada. Pero, luego tocó la puerta y oyó a la madre decir: “hijo, debe ser tu regalo”. Cuando el niño abrió, encontró al padre con las manos vacías. Le dijo: “pasa papá”, el padre apenado le dijo: “Lamento no haberte enviado regalo”, el niño lo miró y le dijo: “padre, me has traído el mejor regalo de todas estas Navidades, viniste tú”…
Le dejo la siguiente frase para que reflexione: “Cuando ya no tenemos nada que dar, entonces empezamos a darnos nosotros mismos”.
Psicólogo clínico con más de 25 años de experiencia, docente universitario, escritor de temas de salud mental para la familia, la pareja y el niño. <strong>YouTube:</strong> Mil tips de Salud Mental y Escalón Infantil <strong>Facebook:</strong> Oswaldo Soto Psicólogo