La apatía individual y social en la que nos vamos viendo inmersos hace que disminuya el interés en las diversas áreas de la vida. En lo que parece ser un reto, por ejemplo, para la educación, el entretenimiento, el deporte, el arte y el ámbito laboral; donde hay un esfuerzo cada vez mayor por cambiar y atraer a más personas, incluso en ocasiones por encima de sus principios.
En la educación la cuestión es grave, hay estudiantes con tal displicencia que parecerían no tener mayores intereses en la vida, menos en aprender, lo que obliga al docente a tener que trabajar en su motivación; así, la educación intenta ser atractiva, entretenida y emocionante, y para eso recurre a recursos como los juegos, los premios, las dinámicas en general, a veces incluso la permisibilidad; todo con tal de que el estudiante se sienta cómodo y contento. Pero eso la hace olvidarse de que debe promover el interés por el conocimiento por el simple hecho que este contribuye en la perfectibilidad del ser humano.
Las razones en general son varias, con el acceso a tanta información, hemos visto demasiado que ya nada nos sorprende; se les resta valor a los logros porque se vuelven tan comunes y pasajeros, que los olvidamos rápidamente; se sustituyó la experiencia real por la experiencia virtual; lo significativo es lo material, sobre todo lo económico, que la satisfacción personal interna, emocional o espiritual, se ha olvidado; personas más ocupadas y con menos tiempo, falta de credibilidad en las instituciones y sociedades desvinculadas, generan personas apáticas y desinteresadas.
También tiene su parte en esto la comunicación de masas, y en algunos casos son muy actuales las ideas de Wright (1974) acerca de las disfunciones de la comunicación de masas: Amenazar la estabilidad al dar a conocer sociedades mejores, provocar pánico al informar sobre peligros, provocar ansiedad por las noticias negativas y hacer creer que se participa en la vida social a través de los medios (apatía y aislamiento).
Es así, que el entretenimiento, el arte y el deporte, han caído en lo burdo y banal, lo que Vargas Llosa llama la sociedad del espectáculo. Por ello, se debe cambiar el panorama actual, principalmente en el desarrollo y formación de los niños, en un modelo de vida que reduzca la apatía y promueva el interés genuino.