De tanto jurar en vano, se llega al engaño.
Había una vez, en un pueblo, un sacerdote que cuando estaba haciendo el servicio religioso dominical, un gato saltó al altar. Mandó al sacristán a atar al gato al portal de la iglesia, al domingo siguiente el gato volvió a saltar al altar. Volvió a pedir al sacristán atar al gato al portal. Al domingo siguiente, antes de comenzar el oficio religioso, el gato fue atado al portal, y así todos los domingos fue atado. Murió el sacerdote y el gato continuó siendo atado, murió el gato y compraron otro gato para continuar siendo atado al portal de la iglesia. Tradiciones sin sentido.
Ya hace mucho tiempo que se viene jurando a una bandera, y los estudiantes ni lo creen, ni lo entienden. Juran matar y aún morir, cantan himnos, hacen desfiles de guerra, algunos aún se visten como combatientes, simulado honor y sacrificio, en actos tipo folklor. Ya hace rato se hace intentos fallidos de conseguir lealtad, jurando sobre biblias, sobre la desgracia de algo querido, sobre imágenes representativas que se ponen en un altar.
Hacer que nuestros niños y niñas juren repetidas veces, un poema que a alguien se le ocurrió, es un adoctrinamiento, una manipulación, donde se les dice qué y cómo deben pensar, qué deben valorar tanto, al punto que ofrezcan sus vidas por ello, levantando sus manitas a la altura del pecho en fervor… ¿No les estaremos haciendo daño? O de repente, ni se lo creen.
Si les hacemos jurar y no se lo creen, les estamos enseñando el deshonor, la mentira y a hacer manipuladores también. Si les enseñamos a cuadrarse frente a un signo, porque lo vemos bonito, entretenido y festivo, les estamos enseñando a fingir para complacernos. Pero si lo creen, entonces luego les podemos demandar que cumplan con su promesa, de ir a matar o morir, por lo que a nosotros se nos ocurra decirles, del significado de patria.
Por estar ondeando banderas de plástico, cantando himnos, desfilando marcialmente, no llegarán a ser buenos ciudadanos, respetuosos de derecho ajeno, a la tierra, a su gente, a su cultura benéfica. No aprenderán a pensar antes de actuar, a tener un pensamiento crítico, con valores constructivos para todos, a desobedecer órdenes que les dañen a ellos o a los demás.
En lugar de estarles enseñando el odio y la obediencia, enseñemos el amor a la humanidad, a la justicia, a la equidad, al progreso, a la ciencia, a la verdad, a todas las formas de vida. No cambiemos estos constructivos valores por el gusto de festejar una feria, en honor a una independencia fingida, que, aunque ya hemos progresado en sociedad, aún falta mucho por ser independientes de la pobreza, de la ignorancia, de la violencia entre nosotros mismos, de la explotación de unos contra otros, del orgullo y la vanidad.
Le dejo la siguiente frase para que reflexione: “Cuando enseñemos a nuestros estudiantes, enseñemos a dudar de lo que enseñemos”.
Psicólogo clínico con más de 25 años de experiencia, docente universitario, escritor de temas de salud mental para la familia, la pareja y el niño. <strong>YouTube:</strong> Mil tips de Salud Mental y Escalón Infantil <strong>Facebook:</strong> Oswaldo Soto Psicólogo