A propósito de la edición XXXIV de la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá, vinieron a mi mente muchos recuerdos de la Jornada Mundial de la Juventud realizada en Roma en el año 2000. Por eso entiendo la alegría que se siente participar en las diferentes actividades programadas para esta JMJ.
El Papa Francisco les dijo a los jóvenes: “Pedro y la Iglesia caminan con ustedes y queremos decirles que no tengan miedo, que vayan adelante con esa energía renovadora y esa inquietud constante que nos ayuda y moviliza a ser más alegres y más disponibles, más testigos del Evangelio. El discípulo no es solamente el que llega a un lugar sino el que empieza con decisión, el que no tiene miedo de arriesgar y ponerse a caminar. Si uno empieza a caminar ya no tiene miedo”.
Agregó, que “el padre de la mentira, el demonio, siempre prefiere un pueblo dividido y peleado, a un pueblo que aprende a trabajar juntos. Y este es un criterio para distinguir a la gente, los constructores de puentes y de muros, esos constructores de muros que dividen a la gente. ¿Ustedes qué quieren ser? Los jóvenes contestaron ¡Constructores de puentes!
Exhortó a los jóvenes a que tengan un sueño en común: Jesús. Un Jesús que corre por las venas, quien nos dijo que nos amemos unos a otros. El sueño nuestro se llama: Jesús. Citó a Mons. Romero, quien decía:“el cristianismo no es un conjunto de verdades que hay que creer, de leyes que hay que cumplir, o de prohibiciones. Así el cristianismo resulta muy repugnante. El cristianismo es una Persona que me amó tanto, que reclama y pide mi amor. El cristianismo es Cristo”, (Cfr. San Oscar Romero, Homilía, 6 noviembre 1977).
Los jóvenes no deben tener miedo de amar, tal como lo hizo María. Los jóvenes no deben tener miedo de ser cristianos, de seguir a Jesús. María no tuvo miedo de poner en práctica el sueño de Dios. Los jóvenes deben estar dispuestos a poner en práctica el sueño de Dios en y con su propia vida.
El pasado jueves 24 de enero, el Papa Francisco repitió junto a los jóvenes: “Señor enséñame a amar como tú nos has amado”. El mejor condimento para anunciar la palabra de Dios es el amor; sin amor, no somos nada. Un ejemplo clarísimo de la manera cómo debe propagarse el amor de Dios es la Virgen María quien dijo: He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra, (Lc 1, 38). No es fácil decir sí.
El reto de los jóvenes es seguir a Jesús, poner en práctica el sueño de Dios. Los jóvenes son la esperanza de un mañana mejor. Luchen por dejar todo aquello que no les ayude a ser jóvenes extraordinarios. Sean líderes positivos, humildes y valientes. En cualquier parte en donde estén practican la unidad y no la división, practiquen el amor, no el odio; practica la humildad, no la soberbia.
Guatemala y el mundo en general requiere de jóvenes que estén dispuestos a afirmar desde lo más profundo de su corazón: He aquí el siervo, la sierva del señor, hágase en mí según tu palabra, (Lc 1, 38). No tengan miedo de optar por la vida consagrada y el ministerio sacerdotal. Quienes quieran casarse, háganlo; pero no marginen a Dios de este proyecto sagrado. Cuando no se está dispuesto a hacer la voluntad de Dios, tarde o temprano ese matrimonio fracasará.
Jóvenes, no tengan miedo a decir Sí, y amen como Dios les ama. Sigan construyendo el sueño de Dios para este mundo: que nos amemos unos a otros como Él nos ha amado.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.