El domingo 12 de mayo del presente año se celebra en la Iglesia la Solemnidad de la Ascensión del Señor al cielo. Jesús, después de la pasión y muerte en la cruz, resucitó y se les apareció a numerosas personas. Les hablaba del reino de Dios. Y un día que estaba ha sentado a la mesa con sus discípulos, les anuncia que él subirá al cielo, pero que les enviará al Espíritu Santo. “Dicho esto, se fue elevando a la vista de ellos, hasta que una nube lo ocultó a sus ojos. Mientras miraban fijamente al cielo, viéndolo alejarse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: Galileos, ¿qué hacen allí parados, mirando al cielo? Ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo, volverá como lo han visto alejarse”, (Hch 1, 1-11).
Y desde ese momento hasta el día de hoy, el Espíritu Santo sigue guiando y acompañando a la iglesia. Del 10-14 de julio, la Conferencia Episcopal de Guatemala ha organizado un Congreso Eucarístico. Este Congreso culminará con una procesión y una misa el sábado 13 de julio en el parque central de Quetzaltenango. La razón de este Congreso Eucarístico es agradecerle a Dios por los 500 años de haberse celebrado en Guatemala, y concretamente en la Ermita de Salcajá, la primera eucaristía, la primera misa. Menciono esto, porque es el Espíritu Santo el que ha estado presente en este proceso de evangelización. Él subió al cielo, pero nos dejó al motor de la evangelización, que es el Espíritu Santo.
¿Qué nos corresponde hacer de aquí en adelante? En primer lugar, deduzco un mensaje de crecimiento personal. Así como Jesús ascendió al cielo, cada uno de nosotros tiene la oportunidad todos los días de ascenderse y trascenderse; pero al mismo tiempo tenemos la oportunidad de ascender y trascender a los demás. La vida pone todos los días en nuestras a muchas personas, para que las hagamos grandes y mejores. Y así como Jesús hizo mejores a las personas que le presentaban, lo mismo hagamos nosotros. No seamos déspotas y tiranos. No seamos envidiosos y soberbios. Hagamos que los demás trasciendan, para construir un mundo mejor.
En segundo lugar, no podemos quedarnos aquí parados mirando al cielo. No podemos quedarnos inertes ante tanta corrupción y sin sentido de la vida. Somos parte de una sociedad compleja y con muchos problemas. Pero yo soy parte de esta sociedad, y con mi profesión y la vocación que tengo, debo insertarme en el quehacer de esta sociedad convulsionada. No podemos ser islas en un mundo con tanto trabajo. Es cierto, hay que preocuparse por nuestra propia vida y nuestra familia, pero es necesario salir de esa zona de confort, y hacer algo por nuestro país y el mundo en general.
Algo que nos puede ayudar a trascender en la vida, algo que nos puede ayudar a no quedarnos plantados como árboles en el mismo lugar, es lo que San Pablo nos recomienda: “los exhorto a que lleven una vida digna del llamamiento que han recibido. Sean siempre humildes y amables; sean comprensivos y sopórtense mutuamente con amor; esfuércense en mantenerse unidos en el espíritu, con el vínculo de la paz”, (Ef 4, 1-13). Usemos estos valores que menciona Pablo, para hacer realidad el evangelio de Cristo, y así construir verdaderamente el reino de Dios. Nos es fácil el testimonio de fe en la sociedad actual, pero con la fuerza del Espíritu, todo es posible.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.