Los cambios no siempre son radicales, hay algunos que se fraguan poco a poco, sin hacer ningún ruido y por ello llegan por sorpresa. En la historia de la humanidad existen ciclos, en los que se gesta una transformación, se llega a la cúspide y viene la decadencia y al acabarse se vienen nuevos planteamientos con los que se busca recobrar el orden perdido. Usando este lente podremos ver más claros los cambios que sucedieron en Guatemala durante el siglo XIX.
Entre las décadas de 1770 y 1820 surge a ambas orillas del Atlántico un ciclo revolucionario que en su conjunto es ahora conocido como las “Revoluciones Atlánticas”, este proceso tiene como trasfondo ideológico el surgimiento del liberalismo, tanto económico como político. Esta nueva corriente de pensamiento rompía con todos los principios del Antiguo Régimen; en el aspecto político el liberalismo trajo los sistemas de gobierno representativos, mientras que en el ámbito comercial surge la economía de mercado.
Los territorios que hoy conforman Guatemala formaron parte de la Corona de Castilla, la cual tras la Guerra de Sucesión Española quedó en manos de los Borbones. La nueva casa reinante trajo cambios profundos en la organización de la administración pública, estas reformas buscaron la centralización del poder para hacer más eficiente el funcionamiento del Estado. Sin embargo, en América surgió una burguesía mercantil que había logrado controlar las principales instituciones. En la Capitanía General de Guatemala el principal negocio de la burguesía era la producción y exportación del añil, y es a través de aquel negocio que surgen algunas de las familias que dominaron el panorama político durante el siglo XIX.
El crecimiento de la burguesía criolla favoreció la entrada de las nuevas ideas liberales que se confrontaban con el proteccionismo económico y el centralismo político que Madrid intentaba imponer en sus territorios. Las ansias de poder disponer de mayor libertad para comerciar fueron el principal motor de la Independencia, a esto hay que sumar un ambiente en todo Occidente que era favorable a la construcción de los Estados Nacionales.
Tras la consecución de la independencia la configuración de la nueva estructura política en la antigua Capitanía General de Guatemala fue sumamente compleja. Mientras se daba la anexión al Imperio Mexicano y la creación de la Federación Centroamericana, en Quetzaltenango se fraguaba la creación de un nuevo Estado, el Sexto Estado de los Altos. Este movimiento independentista generó grandes confrontaciones con el gobierno guatemalteco. La pujanza económica de la región occidental de Guatemala hacía viable pensar en un estado independiente.
La presencia de importantes familias, como los Aparicio, favorecía el crecimiento del sector agrario y, derivado de ello, Quetzaltenango se convirtió en un polo de poder político y económico que causaba cierto nerviosismo en la capital y los líderes políticos buscaron poner bajo su control la región altense. Es en aquellos años finales del siglo XIX que Quetzaltenango forjó gran parte de la historia de la que hoy nos enorgullecemos. Con la caída de los precios del café, los desastres naturales y la muerte de dos de los principales líderes políticos y sociales de Quetzaltenango el desarrollo de la ciudad y la región cayó en un hiato.