Cuando vemos el presente es difícil darse cuenta de todo el proceso que ha tomado llegar hasta donde estamos. En estos albores del siglo XXI somos muy poco conscientes de nuestro pasado en general; nos hemos acostumbrado a utilizar la historia más que a aprenderla. Esta forma de manejar nuestro pasado conlleva importantes riesgos porque se le dan nuevas interpretaciones y éste pierde su verdadero sentido.
Esto de la historia es un aspecto clave para la construcción de la sociedad y si caemos en la fácil trampa de utilizarla como relato moralizante necesariamente estaremos excluyendo partes de nuestra historia y estaremos sesgando nuestra visión. Para verlo más gráficamente es como si a un edificio le quitáramos partes de la estructura, éste se debilitaría. Luego, imaginemos si queremos seguir construyendo aquel débil edificio, es probable que se caiga. Lo mismo pasa con nuestras sociedades, si usamos como base para nuestro crecimiento una estructura debilitada, no solo no creceremos, sino que en algún momento nos caeremos.
Tomando en cuenta la tradición de nuestra Ciudad, contamos con unos cimientos firmes para construir nuestro futuro. Aun así, debemos ser conscientes de que ni lo bueno de antaño ni el futuro que queremos surgirán de manera espontánea, somos nosotros quienes debemos trabajar por aquello. Teniendo en cuenta las evidentes carencias del Estado para cumplir con sus compromisos y obligaciones para con los guatemaltecos, la iniciativa privada cobra cada vez más importancia en el desarrollo de nuestra ciudad y nuestra región.
El amor debe despertar no solo un sentimiento puramente pasional, sino que además debe empujarnos a hacer algo bueno por aquello que amamos. De esa manera ese sentimiento de orgullo y cariño por nuestra Quetzaltenango debe llevarnos a buscar formas para hacerla recuperar el esplendor y la pujanza económica por los que fue reconocida.
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