En el tejido que sostiene nuestra sociedad, hay un hilo vital que a menudo pasa desapercibido: el trabajo no visualizado en el hogar. Este es un trabajo que no se contabiliza en las estadísticas económicas, no se refleja en los balances de fin de año y, sin embargo, es fundamental para el funcionamiento de nuestras vidas y comunidades.
Es un trabajo que abarca desde las tareas domésticas básicas hasta el cuidado de los niños, los ancianos y los enfermos. Es un trabajo que se realiza en las sombras, sin reconocimiento público ni remuneración. Detrás de cada comida preparada, cada habitación ordenada, cada herida curada, hay una mujer que dedica horas de su día a día para asegurarse de que su familia esté cuidada y su hogar funcione.
Sin embargo, este trabajo a menudo se pasa por alto, se asume como parte natural del rol de la mujer en la sociedad. Desde una edad temprana, a las mujeres se les enseña que su lugar está en el hogar, que su deber es cuidar de los demás, sin importar cuánto sacrificio personal implique. Esta socialización arraigada profundamente en nuestras culturas y tradiciones perpetúa la idea de que el trabajo de la mujer en el hogar es menos valioso que el trabajo remunerado fuera de él.
Pero es hora de reconocer la verdad: el trabajo no visualizado de la mujer en el hogar es esencial. Es el cimiento sobre el cual se construyen nuestras vidas, nuestras comunidades y nuestra sociedad en su conjunto. Sin embargo, su invisibilidad y falta de reconocimiento tienen consecuencias profundas, tanto a nivel individual como colectivo. En primer lugar, la falta de reconocimiento y valoración del trabajo no remunerado de las mujeres en el hogar contribuye a la persistencia de la desigualdad de género. Al relegar a las mujeres al ámbito doméstico, se les niega la oportunidad de participar plenamente en la vida pública y económica, limitando sus opciones y oportunidades.
Además, la falta de reconocimiento también tiene consecuencias económicas. Al no valorar el trabajo, se subestima su contribución al producto interno bruto (PIB) y se ignora su papel crucial en el sostenimiento de la economía. Esto puede llevar a políticas y prácticas que perpetúan la desigualdad económica de género, como la brecha salarial y la falta de acceso a oportunidades laborales y recursos económicos.
Para avanzar hacia una sociedad más justa y equitativa, es fundamental reconocer y valorar el trabajo no visualizado de la mujer en el hogar. Esto implica no solo cambiar nuestras actitudes y percepciones, sino también implementar políticas y prácticas que reconozcan y respalden el trabajo doméstico y de cuidado, como el acceso a servicios de cuidado infantil asequibles, licencia parental remunerada y medidas para promover la igualdad de género en el lugar de trabajo.
En última instancia, reconocer el valor del trabajo no visualizado de la mujer en el hogar es reconocer el valor mismo de la mujer en nuestra sociedad. Es reconocer su dignidad, su contribución y su derecho a ser valorada y respetada en todas las áreas de la vida. Es hora de dejar de dar por sentado el trabajo no remunerado de las mujeres en el hogar y empezar a valorarlo como se merece. Es hora de hacer visible lo invisible.
Experta en sexualidad, derechos sexuales y reproductivos. Médica General, con especialidad en Ginecología y Obstetricia. Tiene una Maestría en Sexualidad Humana.