«Hay una sola religión, el amor.
Hay una sola raza, la humanidad». Facundo.
De niños y niñas jugábamos sociodramas a ser ladrones y policías, donde los policías perseguían a los ladrones hasta atraparlos y llevarlos a una cárcel improvisada, cuando se capturaban a todos, se invertían los papeles. También jugábamos a compradores y comerciantes, haciendo billetes con las hojas de los cuadernos. Incluso jugábamos a la escuelita, donde la maestra ponía planas y golpeaba a los estudiantes.
Había veces que nos metíamos tanto en los roles que castigábamos muy duro a los del rol de ladrones, a los comerciantes y a los estudiantes. Tomábamos muy en serio el juego. Hace unos años se hizo un experimento en un Reality Show, donde diez jóvenes jugaron a ser encarcelados y otros diez eran los carceleros, se llegó a tal punto de maltrato que tuvieron que suspender el evento.
Hoy en sociedad estamos jugando otros roles, que nos fueron inculcados desde niños. Nos enseñaron identidades limitadas inflexibles, que creemos que debemos cumplir todo el tiempo. Si un guatemalteco está cantando su himno nacional y se encuentra con un mejicano que acaba de cantar el propio, posiblemente armen su propia guerra personal, porque su identidad es limitada, muy cerrada. Pero si cantaran un himno global mundial, entonces posiblemente se abracen como hermanos, una identidad más abierta.
Históricamente los grupos humanos se han identificado con una religión, y cada grupo proclamó que su dios era el único y el verdadero, y así fueron tantas guerras “santas” creyendo que le hacía un favor a Dios.
Algunos alemanes se identificaron como nazis, y por creer fervientemente en el partido nacional socialista, mataron y murieron por millones. Una identidad demasiado limitada, y en una creencia de supremacía de la raza aria. Por eso Facundo Cabral decía: “Hay una sola raza, la humanidad”.
Incluso hoy, hay personas que se pelean porque unos tienen una identidad del Barcelona y otra del Real Madrid, y estos equipos están en otro continente, sin propiciar ningún beneficio a quien adopta esa postura.
Quizás tengamos que seguir jugando estas identidades, pero permaneciendo conscientes de que no son absolutas, y que podemos cambiar de rol cuando lo consideremos pertinente. Estemos constantemente atentos a si este drama, a si se vuelve peligroso, a si estos roles nos proporcional malestar. No se vale lastimarnos en estos juegos, menos estar dispuestos a morir… o a matar.
Lo mejor será, estar libres de identidades. Le dejo la siguiente frase de Jean Paul Sartre, para que reflexione: “Un hombre es, lo que hace con lo que hicieron de él”.
Psicólogo clínico con más de 25 años de experiencia, docente universitario, escritor de temas de salud mental para la familia, la pareja y el niño. <strong>YouTube:</strong> Mil tips de Salud Mental y Escalón Infantil <strong>Facebook:</strong> Oswaldo Soto Psicólogo