Cuando contemplo la naturaleza, y todo lo que en ella habita, medito y me pregunto. ¿Por qué está tan destruida? Y me respondo: El responsable es el mismo ser humano que no ha sabido respetarla y cuidarla.
Según Descartes (1996-1650), “el hombre piensa, luego existe”. Pero cuando veo los destrozos, el odio y envidia por doquier, la falta de respeto entre hombres y mujeres y con la naturaleza misma, ¿qué le estará pasando al ser humano? ¿Por qué no piensa bien antes de actuar? Aristóteles (384-322 a. C.) afirmaba que el hombre es un “animal racional”. Con los desmadres que en la actualidad está cometiendo, se tiende a ser escéptico, como bien argumentaba San Agustín (354-430): “si me equivoco, existo”.
En Guatemala y en el mundo entero, todos los días hay acciones que son realizadas por humanos, pero que son inhumanas: homicidios, suicidios, guerras, etc. Lamentablemente se está utilizado la inteligencia para autodestruirse. De toda la creación, los seres más perfectos son el hombre y la mujer. Por lo tanto, debemos respetarla. ¿Cómo? Cada uno reflexione sobre lo que está y no está haciendo; porque así como nos destruimos como seres humanos, así también estamos destruyendo nuestra casa común.
Yo he visto con mis propios ojos a personas que, desde su carro, tiran basura por todos lados. Y entonces, vuelvo a hacerme la misma pregunta, ¿quiénes irán adentro de ese carro? ¿No tienen conciencia ecológica? Respetar a la naturaleza es respetar a quien la habita. Sin lugar a dudas, quienes tiran o dejan basura por todos partes NO tienen educación.
El papa Francisco en la Laudato Si, sobre el cuidado de la casa común, No. 20-21 dice, “existen formas de contaminación que afectan cotidianamente a las personas. La exposición de los contaminantes atmosféricos, la contaminación debida al transporte, al humo de la industria, la contaminación producida por los residuos, etc., hace que nuestra casa común se convierta en una porquería”. Es importante tomar conciencia del daño que se le está causando a la naturaleza, y comenzar a hacer algo.
Considero que el Estado de Guatemala y todos los habitantes de este país, tenemos que seguirle apostando a la educación. Una auténtica educación libera y transforma. Un ciudadano bien educado y formado, cuando tenga la oportunidad de desempeñar un puesto, lo hará con excelencia. Un ciudadano mediocre (político, académico, religioso, empresario, entre otros), seguirá hundiendo más al país de la eterna primavera.
Para quienes somos cristianos, pidamos a Dios nos regale más sabiduría para respetar nuestra “casa común” y todo lo que en ella habita. Y para quienes no son cristianos, trabajen con excelencia para dejar una huella positiva e indeleble en este mundo.
Para mejorar la relación de hombres y mujeres con la tierra, es indispensable que cada uno, a nivel individual y como familia, comience a cambiar esos malos hábitos de dejar basura en todos lados. La tierra, nuestra casa común, es la que nos sustenta, gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba. Para San Francisco de Asís, la tierra es como nuestra hermana, con la cual compartimos la existencia, es como una madre que nos acoge en sus brazos (Laudato Si, No. 1).
Por favor, cuidemos a nuestra hermana tierra, amémosla y démosle gracias a Dios por ella, porque a pesar de su deterioro, aún nos cobija y nos alimenta todos los días. Amemos también a quienes vivimos bajo su techo; ya no sigamos odiándonos unos a otros, porque esa energía negativa y llena de amargura le hace daño.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.