Todos nos esquivamos, porque errar es de humanos. No somos perfectos. A lo largo de mi vida personal y profesional he descubierto que es muy fácil apedrear a los demás por los errores que cometen. Pero casi nadie se acerca a decirle a uno en qué se ha equivocado, y qué la próxima vez seamos más cuidadosos.
Esa cultura de “ver la paja en el ojo del hermano, y no la viga en el nuestro” (Mt 7, 3-4), hay que combatirla. Vivimos en un mundo en donde “equivocarse es pecado”, ya que al nomás enterarse del error, abundan las pedradas. Estas pedradas duelen más cuando vienen de quienes comen en nuestra mesa, y de los amigos cercanos. Los judas están por todas partes, y hasta en las mejores familias.
Dice el refrán “hoy por mí, mañana por ti”. Nunca usemos el hígado para atacar a nadie; mejor usemos la cabeza. Porque la vida da tantas vueltas, y puede ser que un día no muy lejano uno necesite de esa persona o empresa a quien tantas piedras lanzó. Hay que ser prudentes.
Es importante cambiar nuestra manera de ver a los otros. No nos enfoquemos en los errores de las personas y de las instituciones. Y cuando se haga, hay que hacerlo para aconsejar, de tal manera de que quien se equivocó, sea más cuidadoso en sus acciones. Pero jamás hagamos leña de árbol caído. Cuando se es injusto con los demás, tarde o temprano la vida devuelve lo mismo y con creces.
Para quienes en la vida hemos sufrido injustamente críticas negativas, no nos preocupemos. Seamos fuertes y valientes. Aprovechemos esas circunstancias para analizar nuestra vida personal, profesional y empresarial, y saquemos fuerzas desde lo más profundo de nosotros mismos, y alcemos el vuelo con más fuerzas.
Resistamos al mal y a las tribulaciones existentes por doquier. El mal no se duerme y anda buscando a quien devorar, (1Pe 5, 8). El mal existente en nuestros corazones se manifiesta en la manera de pensar, sentir y actuar. Vale la pena reflexionar sobre la calidad de pensamientos que produce nuestros cerebro, porque nuestra calidad de vida va a depender muchísimo de la calidad de los mismos.
De hoy en adelante valdría la pena apostar por una cultura de la excelencia. La mediocridad y la mente de pollo se percibe por todos lados. No caigamos en las garras de esta cultura mediocre e injusta. Alguien que cultive valores como la prudencia, la verdad, la justicia y el amor, nunca se dejará manipular por nadie, y tendrá criterio propio. Tengamos el coraje de pensar por nosotros mismos (Kant). Antes de abrir la boca piense si eso que va a decir de los otros es bueno, útil y verdadero (Sócrates); y si no “calladito se ve más bonito”.
Hay que ser prudentes a la hora de expresar lo que pensamos acerca de los demás. A veces se escupe para arriba, pero en el momento menos pensado esa saliva lanzada vuelve a caer en nuestra cara. Nunca hay que decir “de esa agua nunca voy a tomar”. Cuando alguien cometa un error, reflexionemos en que tarde o temprano nosotros mismos podemos estar en esas o peores condiciones. Desear el mal a alguien es condenarse así mismo.
Algo importante a señalar es que cada quien es responsable de sus actos. Si alguien comete una falta, debe atenerse a las consecuencias. Aprendamos a debatir ideas, pero jamás ataquemos a las personas y a las instituciones. Son dos cosas completamente diferentes.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.