No hay salud, ni empleo, ni educación, ni protección a la vida y tampoco no se puede vivir de alegría y parrandas. Hay días en que todo está desordenado el pelo, la cama, las palabras, el corazón y la vida. Los hechos ocurridos durante los últimos meses dan ya cuenta de que estamos en crisis y no hay forma de poder solucionar estos graves problemas.
¿Y ahora qué? De continuar la escalada de violencia, corrupción y de profundizarse la incipiente percepción de anarquía, es probable que pronto estemos hablando de una crisis en todos los sectores. Es tanto la crisis que a muchos nos pela, “No hay peor ciego que el que ya vio la realidad y decide volver a cerrar los ojos”.
Se ha llegado muy lejos. Demasiado lejos como para imaginar salidas con sencillas maniobras que tapen el sol con un dedo. Hoy, en medio de puebladas y de irresponsables denuncias, sólo una cosa puede evitar males mayores: la cordura.
El ganar es ventura y el conservar, cordura que le falta a este gobierno ausente, que deja mucho que desear en esta crisis que nos está ahogando día a día.
Es menester caer en la cuenta del profundo retroceso que ha sufrido la democracia guatemalteca en los últimos años. Las disputas políticas ya no parecen solucionarse en esa caja de resonancia de los problemas del país, hoy vacía, que debería ser el Congreso. Tampoco en la Justicia, cuyos tiempos son muy diferentes de los tiempos de la política. Hoy los conflictos, parecen dirimirse en la calle.
Conservando y salvando las distancias, Guatemala presente se asemeja cada vez más a la década de los ochenta, cuando la palabra democracia carecía de mayor valor y se suponía que casi todo podía lograrse por medio de la prepotencia y la violencia.
Para conjurar la crisis, el mandatario debe volver a las fuentes. Concretamente, a algunos de sus discursos preelectorales, cuando hablaba de la calidad institucional como asignatura pendiente.
El Gobierno se olvidó de que no puede arrogarse facultades indelegables del Congreso en materia tributaria, y mucho menos si se trata de gravámenes confiscatorios. El supuesto beneficio fiscal que iba a posibilitar las retenciones móviles ya se lo facturaron con creces los costos políticos y económicos del conflicto. Volver a las fuentes exige que el Congreso retome el papel que le otorga la Constitución.
Sin embargo, para mí los problemas ya están empezando a golpear de lleno al resto de sectores y nos encontramos en una situación de crisis previa a una recesión no vista desde hace tiempo.
Y queda claro que en los últimos meses resulta difícil adquirir algún diario o comentario en que no aparezca reproducida la palabra crisis.
En estos tiempos de crisis unos lloran y otros venden pañuelos.
Durante este nuevo año que todo lo bueno te siga, te encuentre, te abrace y se quede y el resto que pase de largo…