De acá a unos 10 o 15 años atrás, el conocimiento, la manifestación y otras acciones de la ciudadanía de a pie respecto a la celebración del día de la independencia de Guatemala -15 de septiembre 1821- ha ido tomando más vida, conciencia, seriedad y amor propio hacia nuestra identidad, se han realizado mesas redondas, conversatorios, entrevistas, pláticas, etc., sobre dicho acontecimiento, tarea realizada, no precisamente por líderes estudiantiles universitarios del siglo XXI, porque ellos, da la casualidad se han olvidado del pueblo, de la Guatemala profunda, las organizaciones estudiantiles de antaño, también están cooptadas; solo nos quedan recuerdos de Robín García, Otto René Castillo, Oliverio Castañeda de León, Joaquín Rodas Andrade, entre muchos. Aprovecho el espacio y tiempo, para expresar mi más sentido pésame a la familia Sancarlista de antaño por el deceso del Dr. Jorge Mario García Laguardia, verdadero doctor, no como muchos del siglo XXI, doctores de cartón.
Regresando al tema de la independencia, aplaudo el esfuerzo que han venido haciendo líderes de organizaciones no gubernamentales, comunitarios, profesionales, estudiantes, artesanos y otros verdaderos tanques de pensamiento, que han tomado decididamente la batuta para dar a conocer la verdad de los hechos, sus causas y efectos de esa sesión “solemne” entre “intelectuales” de aquella época, para firmar el primer pacto –acta- de independencia entre los criollos y la corona española.
Para nosotros los pueblos originarios y a mucha honra, nos queda muy corto y apretujado el tacuche de bicentenario, simple y sencillamente porque somos milenarios, tenemos un linaje, una herencia ancestral nada comparado con los iracundos que, por desgracia nuestra, pisaron la tierra del quetzal y arrasaron con todo lo que había en su camino –cultura, cosmovisión, vida, y aparte, la riqueza en metales preciosos-, lo digo con todo respeto y con conocimiento de causa.
Doscientos un año después, la situación económica, social, cultural, religiosa incluso deportiva de nuestro país, está total y absolutamente por los suelos. Cómo es posible, el que preside el poder legislativo –Allan Rodríguez-, es decir, donde el pueblo está representado, es una persona sin escrúpulos, apenas 10 días atrás más de 238 mil personas vimos como negociaba y/o mercadeaba con la salud del guatemalteco, y en la sesión “solemne” para celebrar o conmemorar el bicentenario de la independencia, utilizó hipócritamente la persona de Dios para rendir respeto a la patria, porque han pasado 200 años de libertad y soberanía. Llama poderosamente la atención que Allan Rodríguez hizo parar a todos para ofrecer un minuto de silencio para las personas, según él, “forjaron la patria que hoy tenemos”, pero, se olvidó de los más de 12 mil 800 guatemaltecos que han muerto porque no se pudieron vacunar a tiempo o porque no fueron atendidos con equipo médico adecuado y medicinas en los hospitales.
A esto, hay que sumar a los miles y miles de niños que han muerto a lo largo de estos 200 años por desnutrición y desnutrición crónica, las personas que ya peinamos canas, no me dejarán mentir, apenas unos 35 años atrás, veíamos camiones de carrocería de madera, repletos de gente oriunda de la parte alta de Quiché y Huehuetenango, migrando a las fincas algodoneras y cafetaleras de la costa sur, familias enteras, incluso con sus perros y aves de corral juntos. Hoy, la gente ya no migra a la Costa Sur, hoy, la gente migra en busca del sueño americano, siempre se transporta en camiones. ¿Esa es la patria que se esforzaron en construir los ilustres y próceres de la independencia?
Por eso, valoro el esfuerzo que han hecho y estoy seguro seguirán haciendo los verdaderos líderes para seguir quitando la venda de los ojos de todas aquellas personas que se rehúsan ver, la verdadera causa y efecto de la independencia de los criollos.
Hago mía la siguiente frase: ¡No somos bicentenario, somos milenarios!
Contador público y auditor, docente universitario y ex alcalde comunitario.