Desde el trece de marzo del presente año, cuando se detectó el primer caso de coronavirus, hasta el momento de escribir esta columna (24-05-2020), hemos llegado a tener en el país 3,424 casos, de los cuales 58 han fallecido y 258 se han recuperado. Aunque el número de casos por millón de habitantes y la tasa de letalidad, son bajas comparadas con las de otros países, es indudable que el crecimiento de contagiados se ha ido acelerando, a tal punto que, en los dos últimos días, hubo más de 300 nuevos casos. Afortunadamente (aún), el numero de fallecidos y su tasa de variación es muy baja, pero no hay que confiarse.
Nosotros, realmente no hemos sido vapuleados por la pandemia como otros países del orbe, tanto potencias económicas, como países en vías de desarrollo. Lo que sí nos está afectando duramente, es la fuerte desaceleración económica, el creciente desempleo, cierre de negocios, mayor empobrecimiento y el hambre, que ha llegado a varios hogares. Algunos de esos problemas, ya existían, pero, con esta crisis se han ido agravando. ¿Ello, es el resultado natural de la pandemia del Covid-19? Los políticos y sus secuaces dirán que sí, pero no es cierto. La paralización de la economía, es el resultado de las decisiones políticas coactivas, aprobadas sin bases científicas, por políticos del gobierno central y congreso de la república.
Esas decisiones tomadas por los políticos, no solamente están destruyendo la economía, sino el débil estado de legalidad, al suspender importantes derechos constitucionales. La justificación para tomar esas decisiones, aparentemente es loable, porque su finalidad es evitar el contagio y proteger la vida de las personas. Sin embargo, la destrucción de la economía y la suspensión de derechos constitucionales, como el derecho a la libre locomoción, seguramente tendrán graves consecuencias entre los habitantes tales como: depresión, ansiedad, violencia intrafamiliar, mayor desnutrición, malnutrición, el deterioro de la salud y pérdida de vidas humanas ante la falta de atención medica ordinaria, para enfermedades comunes en los hospitales y centros de salud, y obviamente, mayor desempleo y falta de ingresos, más los problemas que de ello derivan. La consideración de esos problemas por parte de los políticos, ha sido marginal, porque la moda ahora es decidir si las personas, pueden o no pueden abrir sus negocios y salir de sus hogares, con el apercibimiento correspondiente a quienes pretendan desobedecer, de las sanciones, como las multas y detenciones.
En lo que se refiere a la estrategia para enfrentar el desmoronamiento de la economía, ha consistido en ampliar el presupuesto de gastos por la vía del endeudamiento, pero que no ha sido destinado en su totalidad al enfrentamiento de la crisis sanitaria, sino a financiar compromisos de pactos colectivos, como el del sindicato de maestros del ministerio de educación. Hasta el momento, los hospitales y su personal, no han sido equipados como se debe, para atender a los enfermos del llamado virus chino. Se está entregando dinero y víveres a algunas familias necesitadas, y los trabajadores suspendidos, que también serán beneficiados, para paliar los efectos de la desaceleración económica. El gobierno por más buenas intenciones que tenga, no estará nunca en la capacidad de llegar con ayuda a toda la población afectada y ante el desempleo masivo y la pobreza en aumento, no existen recursos suficientes para enfrentarla. He escuchado personas en físico y a través de videos en las redes sociales, decir: “le tengo mayor temor al desempleo, pobreza y hambre que al coronavirus”. Las banderas blancas en las casas y gente en la calle, están evidenciando esa situación.
Todo el esfuerzo de los políticos y adeptos, particularmente de la presidencia de la república, está orientado a detener la propagación del coronavirus en la población. Los datos estadísticos, nos dicen que eso no está sucediendo, al contrario, cada día el número de contagiados va en aumento. La evidencia al momento, dice que el confinamiento no ha sido efectivo, lo cual no es nada nuevo, porque en países con mayor experiencia sobre esa enfermedad, ya lo han observado y estudiado científicamente. Por ejemplo, el galeno sueco, especialista en enfermedades infecciosas Johan Giesecke, en su artículo “The invisible pandemic” publicado en The Lancet, concluyo en lo siguiente: “Ha quedado claro que un encierro duro no protege a las personas mayores y frágiles que viven en casas de acogida, una población para la que el encierro fue diseñado. Tampoco disminuye la mortalidad por COVID-19, lo que es evidente al comparar la experiencia del Reino Unido con la de otros países europeos. Las medidas para aplanar la curva pueden tener un efecto, pero un confinamiento sólo empuja los casos graves hacia el futuro, no los prevendrá. Es cierto que los países han logrado frenar la propagación para no sobrecargar los sistemas de atención médica y, sí, es posible que pronto se desarrollen medicamentos eficaces que salven vidas, pero esta pandemia es rápida, y esos medicamentos deben desarrollarse, probarse y comercializarse rápidamente. Se han depositado muchas esperanzas en las vacunas, pero éstas llevarán tiempo, y con la poco clara respuesta inmunológica protectora a la infección, no es seguro que las vacunas sean muy eficaces.”1 En esta cita el médico sueco, deja claro lo siguiente: el confinamiento fue diseñado para adultos mayores; no disminuye la mortalidad; el confinamiento frena la enfermedad para no colapsar los hospitales, pero traslada los casos graves hacia el futuro, no los previene; contar con medicamentos eficaces y una vacuna llevará tiempo. Algo así, estamos evidenciando por acá en el país. No hay evidencia de que el confinamiento y cierre de los negocios, detenga la propagación de la enfermedad y que con esas medidas no se tenga como resultado, un elevado número de muertes. Sin embargo, los políticos son muy entusiastas del encierro y otras medidas afines. En nuestro caso, esas medidas en el contexto del estado de calamidad pública, facilitan el uso de los recursos públicos sin mayor fiscalización, lo cual es un incentivo para encerrar y desinformar a la población.
En otro estudio reciente, denominado: “Full lockdown policies in Western Europe countries have no evident impacts on the COVID-19 epidemic” su autor Thomas Meunier expone que “las cifras totales de muertes que utilizan las tendencias anteriores al confinamiento sugieren que esta estrategia no salvó ninguna vida, en comparación con las políticas de distanciamiento social menos restrictivas anteriores al confinamiento». Es decir, las políticas de cierre total de Francia, Italia, España y el Reino Unido no han tenido los efectos esperados en la evolución de la epidemia de COVID-19”2 Lo que se cuestiona aquí es, si el confinamiento forzoso ha sido efectivo para restringir la propagación de la pandemia, T. Meunier concluye que no.
Otro estudio denominado: “lockdowns Comparing US states shows there is no relationship between lockdowns and lower Covid-19 deaths”, su autor, el politólogo Wilfred Reilly, hizo una comparación de la políticas de confinamiento y la muertes por covid-19 entre los estados de la unión americana (USA) y sobre ello expuso: “La pregunta que se planteó el modelo fue si los estados de confinamiento experimentan menos casos y muertes del Covid-19 que los estados de distanciamiento social, ajustados para todas las variables anteriores. ¿La respuesta? No. El impacto de la estrategia de respuesta del Estado en las medidas de mis casos y muertes fue totalmente insignificante.”3 Un ejemplo de que, el confinamiento coactivo no funciona para detener los contagios y la mortandad, es Nueva York, donde solo se arruinó la economía y la salud de personas con otras enfermedades, que dejaron de tener acceso a sus tratamientos.
Hay más estudios sobre los confinamientos forzosos y los resultados más que sugerir, concluyen que no son efectivos para detener la enfermedad y salvar vidas. Lo que, si ha dejado claro la evidencia es que, las disposiciones gubernamentales han sido muy eficientes para hacer que la economía se desplome, aumente como nunca el desempleo, pobreza y literalmente, mucha gente este padeciendo hambre, así como, el aumento del riesgo de enfermarse y morir por otros padecimientos.
El título de esta columna dice: ¿Es efectivo el aislamiento obligatorio para detener el Covid-19? Con lo que he logrado evidenciar, creo también, que la respuesta es: ¡no! En el caso particular de Guatemala, pienso que con encierro o sin encierro obligatorio, decretado por el gobierno, el número de contagios seguirá aumentando. Mi posición sería a favor, si la evidencia científica indicara que el aislamiento obligatorio ha sido efectivo, aunque la economía del país sufriera sensiblemente. El temor (no solamente mío), es que la economía se siga deteriorando como resultado del confinamiento obligatorio y suspensión de derechos constitucionales, y como resultado, veamos que la enfermedad sigue expandiéndose.
Cuanto más se prolongue las disposiciones gubernamentales que, sigan destruyendo la economía, más riesgo habrá de disturbios en la población, debilitándose aún más, nuestra ya mancillada democracia. Lo mejor será que, sobre la base de la ciencia y experiencia de los países que han ido superando la crisis, se tomen decisiones entorno a gestionar la pandemia, en lugar de pretender derrotarla, como sugieren los estudios. Dicha situación, significa propiciar el confinamiento voluntario de personas vulnerables, distanciamiento social inteligente, mejorar las terapias para los enfermos y aumentar las pruebas para detectar el Covid-19. Al respecto, muchos tienen la atención puesta en los resultados que se registran en países como Suecia, por ejemplo. Algo bueno sería, que medio de todo esto, los gobiernos destinaran recursos suficientes para la investigación científica, con la finalidad de tener más y mejores conocimientos en que basar sus decisiones políticas.
El Covid-19 vino para quedarse, como la gripe, dengue y VIH por ejemplo, que después de muchos años, siguen contagiando y matando personas. En algún momento habrá alguna vacuna y tratamientos efectivos, y también nos adaptaremos. Mientras tanto, como dice el escritor israelí, Yuval Noah Harari: “La mejor defensa contra los patógenos es la información”, por supuesto, información de fuentes confiables y científicas. Entonces, informémonos y démosle crédito a lo que dice la ciencia, más que a los políticos.
Independientemente de lo que digan los políticos, nuestro deber ciudadano en esta crisis, es cuidar de nuestra salud y la de nuestra familia. Así que, cuidémonos.
Referencias: 1, 2 y 3 https://mises.org/es/wire/funciona-el-confinamiento-la-creciente-evidencia-dice-que-no
Administrador público, economista, politólogo, abogado y notario, y profesor universitario.