“Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica” (Lc 11, 27-28). “Escuchar es prestar atención a lo que se oye”; dar oídos, atender a un aviso, consejo o sugerencia; aplicar el oído para oír algo” (RAE, 2020). En el mundo actual muchos hablan, pero pocos escuchan. Es necesario aumentar nuestra capacidad de escucha.
Un valor que precede la capacidad de escuchar es el “silencio”. Para escuchar a los demás, para escuchar a Dios, primero hay que hacer silencio interior. Hay ruidos que no dependen de uno, porque están fuera de nosotros. Pero hay ruidos internos, los cuales sí dependen de nosotros. Vale la pena tomar conciencia de esta realidad, y comenzar a hacer algo.
Reflexione sobre sus ruidos internos: soberbia, orgullo, prepotencia, vanidad, avaricia, dependencias afectivas, entre otros. En más de alguna ocasión estamos presentes en algunas actividades, pero en realidad estamos ausentes. Lo que normalmente sucede con los estudiantes, de vez en cuando: están presentes, pero su mente está en otro lado. Entonces, ¿Cuáles son sus ruidos? ¿Qué hace con esos ruidos que no le dejan en paz?
Pregúntese ¿por qué esos ruidos internos no le dejan en paz? Si se da cuenta, de esos ruidos sólo usted es testigo, puesto que los otros no tienen ni idea de “eso” que pasa dentro de usted mismo. Para identificarlos y ponerles nombre propio hay que hacer silencio.
El silencio no es muy amigo de muchos. Hay quienes no pueden estar solos, pero ni cinco minutos. Hay un silencio sano, que nos acerca a Dios; y hay un silencio malsano que nos aparte de Dios. El silencio que todos necesitamos es aquel que nos acerca a Dios, a ser mejores personas. La ausencia de ruidos le permitirá “escuchar” la voz de Dios en lo más profundo de su ser.
Cuando se hace silencio, se escucha; y si se sabe escuchar, hacemos lo que Dios quiere en nuestra vida. Y no solo se hace lo que Dios quiere, sino que se acepta lo que Dios quiere en nuestra vida. Ante los acontecimientos sufrientes que la vida nos presenta todos los días, hay que hacer silencio para escuchar el mensaje que ese acontecimiento tiene para nosotros.
El silencio y la escucha son los dos mejores aliados para hacer y aceptar la voluntad de Dios en nuestra vida. No es fácil aceptar la voluntad de Dios. Como humanos, quisiéramos que en nuestra vida sucediera lo que nosotros deseamos. Pero cuando uno más desea que suceda algo en nuestra vida; por azares del destino, acontece lo contrario. ¿Por qué? Porque los deseos de Dios no siempre coinciden con nuestros deseos.
Cuando mis deseos profundos coinciden con los deseos de Dios, entonces Dios, por decirlo de alguna manera, nos complace, proporcionándonos lo que le pedimos. Para que los deseos de Dios no choquen con nuestros deseos, hay que estar en sintonía con Él.
Si en el tiempo presente no comprende por qué en su vida, en su familia, en su empresa, ha pasado lo que ha pasado, haga silencio y escuche su interior. Esa voz interna le dirá que era necesario pasar por esas noches oscuras, para poder ver de nuevo la luz del sol.
Nota: Feliz aniversario Periódico Digital “La Voz de Xela”. Dios sea el motor de su misión y visión. ¡Gracias por todo!
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.