Desde un punto de vista filosófico, los valores son aspiraciones profundas. Filosóficamente no hay crisis de valores, sino personas en crisis por no conducirse en la vida con valores. Entonces, los valores son importantes en la vida y deberíamos de usarlos para hacer más agradable nuestra propia vida y la vida de los demás.
Uno de los valores importantes que puede ayudarnos frente al individualismo existente en la sociedad actual es la “generosidad”. Es común encontrarse con personas que solo piensan en sí mismas y nunca en las demás. Incluso hay países que solo piensan en sus propios intereses, pero jamás en el bien común.
Según (De Gispert s/f), la generosidad es la tendencia a ayudar a los demás y a dar las cosas propias sin esperar nada a cambio; la generosidad es tener nobles sentimientos. Se dice que una persona es generosa cuando pone parte de sus recursos materiales desinteresadamente a disposición de los demás. La generosidad no depende de la riqueza de la persona que da, sino de su espíritu y voluntad de serlo.
Ahora bien, hay que saber ser generoso. En las calles de los pueblos y ciudades nunca faltan personas que se acercan a uno para que se les ayude económicamente. El dar dinero a las personas en las calles no es generosidad. No sigamos fortaleciendo esa mentalidad de pobreza existente en muchas personas.
En (Jn 6, 1-15), Jesús dice a Felipe: ¿Cómo compraremos pan para que coma tanta gente? Y Felipe le responde: Ni doscientos denarios bastaría para que a cada uno le tocara un pedazo de pan. A continuación Andrés le dice: Aquí hay un muchacho que trae cinco panes y dos pescados. Luego Jesús ordena que se sienten todos, hace una oración de acción de gracias sobre los panes y les da de comer.
El muchacho asume una actitud de generosidad, y esta generosidad es multiplicada por Jesús. Este muchacho puso en las manos de Jesús todo lo que tenía: cinco panes y dos peces. Este muchacho no se guardó para sí mismo lo poco que tenía, sino que lo ofreció al Señor para que Él les diera de comer a miles de personas.
En la historia de las instituciones y empresas, incluso en nuestra historia personal de vida, hay momentos de escasez y de crisis económicas. Hay momentos en los que ya no hayamos qué hacer para cubrir los gastos mensuales. Es en estas circunstancias cuando debemos darle gracias a Dios por lo que tenemos y tratar la manera de ser generosos con los demás. Si Dios es generoso conmigo, ¿por qué no serlo yo? La generosidad no es dar a los demás de lo que nos sobra, sino dar de lo único que tenemos para vivir; hay que dar con amor. La generosidad tiene como efecto la abundancia. La tacañería tiene como efecto la pobreza.
Los enemigos actuales de la generosidad son el egoísmo, materialismo y la explotación. Tenemos que luchar para derrotar a estos enemigos de la generosidad. ¿Cómo podemos derrotarlos? Actuando y viviendo con generosidad. Basta una sonrisa, un gesto amable, unos cinco minutos de nuestro tiempo para llenar el corazón de las personas necesitadas. Un ejemplo clarísimo de generosidad de finales del siglo XX es la Madre Teresa de Calcuta, quien nos pidió que seamos pequeñas gotas de amor en un mundo lleno de amargura.
La generosidad puede ser expresada de muchas otras maneras. Seamos generosos en tiempo, en cariño, en amor, en perdón, en tolerancia, en amor y escucha, etc. La generosidad es luz en los momentos de oscuridad. Por lo general, las personas generosas tienen una buena autoestima, son positivas y solidarias. Seamos pequeñas gotas de generosidad en dondequiera que estemos.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.