Hace veinticinco años aproximadamente, los celulares eran novedosos aparatos que solo podían ser adquiridos por personas adineradas o grandes empresarios. Un minuto por celular valía aproximadamente diez o doce quetzales en aquel entonces, y nadie se imaginó el impacto que estos tendrían en la sociedad actual.
Con el transcurrir del tiempo, estos aparatos han evolucionado de manera consecutiva, tanto en modelos como en funciones y aplicaciones, llegando a los famosos smartphones o teléfonos inteligentes. A este fenómeno le siguieron las denominadas tablets. Pero el asunto de interés ahora, es el uso que se le está dando en las escuelas o centros educativos.
Si bien es cierto, que algunos menores usan estos aparatos por pura diversión y entretenimiento, cabe resaltar que también es una herramienta que puede ser utilizada de manera positiva y productiva dentro del salón de clases. Por supuesto, habría que tener mucho cuidado para supervisar su respectivo uso.
Otros países como China, Japón y Singapur, han eliminado de la lista de útiles los cuadernos y han implementado el uso de tablets dentro de los salones de clases, lógicamente todos conectados a internet; es decir, si se va a abordar un tema el que sea, solo debe buscar el link proporcionado por el docente e ir desarrollando la clase.
Es interesante ver cómo otros países les dan usos muy provechosos a estos aparatos, que en países tercermundistas tales como los nuestros, la mayoría latinoamericanos, están catalogados como aparatos dañinos y es más, las escuelas los prohíben.
La pregunta para usted y para mí es ¿Cómo y cuándo entonces van a evolucionar nuestros estudiantes? Con tantas limitaciones, ¿es posible hablar de avances en la educación, cuando las herramientas que apuntan hacia el futuro y la vanguardia las están restringiendo? ¿Será acaso que tendrán que intervenir como siempre, y como es costumbre, otros países desarrollados?
Mientras eso sucede, queda la inquietud de ver y velar por el uso adecuado, por supuesto, de estos aparatos. Pero concluyendo definitivamente, que la realidad es otra en los centros de estudio y aún no se logra explotar este recurso dentro de las aulas.
Es lamentable pero cierto, que muchos Gobiernos y ministros si no ven un beneficio económico para sus bolsillos, no promueven o implementan un método, sistema o aplicación; ojalá se deje de caer en el juego de la ambición desmesurada; buscando la forma de llenar los bolsillos de unos pocos a costa de las grandes mayorías.
Marco Oxlaj
Docente de educación básica