La vida humana tiene sus sabores y sus momentos de oscuridad. Es normal que de vez en cuando uno amanezca mal, por exceso de trabajo, por preocupaciones diversas o bien porque se está enfermo. La vida cotidiana es un tiempo para aprender a vivir, para sumar experiencias positivas que nos transformen en mejores personas. Sin embargo, hay quienes hacen de su vida cotidiana, la peor pesadilla de sus vidas.
Sé de personas que han perdido su trabajo y a sus seres queridos; pero no bajan la guardia. Las lágrimas que derraman por la ausencia de sus seres queridos son lágrimas con sentido. Sienten la ausencia de sus seres queridos, pero luchan y se esfuerzan por sobreponerse y dar lo mejor de sí mismos, porque saben que su existencia tiene un propósito.
Para Agnes Heller la vida cotidiana son las actividades que realizamos para vivir y seguir viviendo. Afirma que la vida cotidiana es la dimensión en que se despliega la vida concreta de cada uno de nosotros en contextos socioeconómicos y políticos definidos. Por su parte, para Alvin Gouldner (1996) la vida cotidiana es la suma de rutinas siempre presentes, pero por conocidas nunca registradas. Es lo común, lo que hacemos todos los días, (Villanueva, Ebenhard y Nejamkis 2013).
A eso que hacemos todos los días debemos ponerle sal y pimienta. Es responsabilidad nuestra agregarle los condimentos necesarios para que esa vida cotidiana se convierta en una oportunidad para servir y amar. Hay quienes se dejan dominar por su mal genio y su mal carácter y se desgracian la vida a sí mismos.
Quienes hacen de la vida cotidiana un tiempo para ser excelentes y extraordinarios, son los que alcanzan el éxito o bien llegan a ser santos. Quienes, bajo la excusa de que tienen problemas y se encierran en cuatro paredes, jamás descubrirán que son águilas. Creen que son pollos, y por ende actuarán como tal.
Los contextos en los que los sujetos estamos inmersos son diversos. Por ejemplo, el contexto socioeconómico y religioso que muchos estamos viviendo son duros y desgastantes. Pero ¿Qué gano con pasarme lamentándome todo el día? Esos contextos son parte de la vida cotidiana, y la vida nos da la oportunidad de vivirlos para que los transformemos nosotros a ellos, y no ellos a nosotros.
Haga memoria de su vida cotidiana. ¿Qué hizo antes de leer este artículo? ¿A qué hora se levantó? ¿Se bañó? ¿Qué desayunó? ¿Qué almorzó? ¿Le escribió algo a la persona que ama? Estas son preguntas de su vida cotidiana. La cotidianidad incluye las actividades diarias. Depende de usted el darles sentido o no. Incluso la felicidad depende de su vida cotidiana.
Agradézcale a Dios las actividades que hace durante un día cotidiano. Nunca reniegue de lo que hace. Una característica de la vida cotidiana es “hacer las mismas actividades todos los días”. Pero “esas mismas actividades”, hágalas como si fuera su primera, única y última vez. Esto le permitirá dar lo mejor, y disfrutar esa cotidianidad.
Si queremos resultados diferentes en la vida, hay que hacer de la cotidianidad algo extraordinario. Cuando uno vive quejándose de lo que hace cada día, la vida se convierte en un dolor de cabeza y en una cruz muy pesada. Trate de ver lo positivo de la vida. No se centre sólo en lo malo. La vida cotidiana en tiempos del Covid-19 incluye muchas horas de trabajo virtual desde casa, usar mascarilla, echarse gel y lavarse las manos constantemente.
La vida cotidiana incluye no saludarnos de beso y no abrazarnos. Para que estas normas de higiene no sean una carga, ámelas y disfrútelas.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.