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El respeto, se gana y se reconoce cuando se merece, el gobierno, no lo ha logrado

junio 24 2019, 07:00 Luis Felipe Samayoa R. (QEPD)

Son muchas las definiciones que se conocen de la palabra RESPETO. Optamos por una de las varias que nos proporciona el Diccionario LAROUSSE ILUSTRADO: “Actitud de tolerancia o aceptación hacia alguien o algo que se considera digno”. Obviamente, considerar a alguien o algo como respetable, depende de quién sea la persona a quien se dirija este adjetivo o calificativo; de igual manera, el algo (una acción u otro evento) que eventualmente, merezca ser calificado (a) con esta distinción. Es común escuchar la palabra respeto, respetable u otra derivación de este concepto, según el lugar, evento, circunstancias o diversidad de situaciones. En este caso, intento asociar la palabra respeto, con el quehacer gubernamental y la cotidianidad personal y socio política, de quienes están en el ejercicio del poder de la administración pública, especialmente, de quienes se desempeñan en la cúpula gubernamental.

En política y, especialmente en el desempeño en la administración pública, hay que reconocer una dicotomía que no siempre se toma en cuenta, particularmente en cargos de elección popular y en altas investiduras en los tres poderes del estado:  una cosa es el cargo y otra, la persona que lo ocupa; la persona es la responsable de la orientación (buena o mala) y directamente responsable también, del encargo y desempeño que le corresponde, en tanto que el cargo o la plaza que se ocupa, no puede actuar sino únicamente, por quien lo desempeña; ejemplo los habría, y en abundancia; señalamos unos pocos. Ninguna institución o cargo en particular, puede actuar por cuenta propia: los funcionarios cambian y las instituciones permanecen, son las mismas y quienes ocupan los cargos, cambian constantemente: por elección popular (consideradas las reelecciones que no son indefinidas) o por designación y/o nombramiento. En resumen: quienes están al frente de instituciones o se desempeñan en cargos de importancia, son los responsables de los resultados alcanzados y este criterio es aplicable al sector privado, público y social. El éxito o fracaso empresarial depende, en mucho, de los administradores; los buenos o malos resultados al frente de los cargos, políticos o no, en la administración pública, depende de los funcionarios que se desempeñan en los tres poderes del estado; lo mismo sucede, en el sector social.

Todos los cargos, políticos o no, en la administración pública, son respetables y merecen respeto, principalmente, cuando son de alta jerarquía en los tres poderes del estado; en el caso de Guatemala, que es el que nos ocupa, con muy honrosas excepciones, no siempre o casi siempre es así: lo deseable es que fuera diferente, pero, la experiencia, nos dice lo contrario. Sería un sacrilegio político respetar a los que conforman el pacto de corruptos: el cargo de diputado es respetable, pero, quienes al amparo del poder se han corrompido y quienes los secundan, deshonran y desprestigian el cargo que ocupan, merecen otro calificativo: el que constantemente, les asigna la mayoría de los guatemaltecos. Con respeto al cargo, tampoco ha logrado conseguir el ansiado respeto quien tuvo que devolver los cincuenta mil quetzales mensuales que, ilegalmente, estaba cobrando y seguiría cobrando si no lo hubieran denunciado oportunamente; tampoco se puede y se supone debe respetar, a quien no acepta la crítica periodística porque supuestamente miente, se siente dueño absoluto de la verdad y por o mencionar los tantos, otros dos señalamientos que, políticamente, constituyen un pecado capital: haber actuado despiadadamente, contra LA CICIG que tanto bien le ha hecho a Guatemala denunciando la corrupción que se ha apoderado del país y la presumible colusión del temor a la ex Fiscal Thelma Aldana  por el “pecado” de haber denunciado el punible caso en que resultaron involucrados el hermano y su hijo. Y el último para no seguir con los tantos casos que impiden el deseado respeto: estar demandando a una persona por el también “pecado” de cuestionarlo en la calle, actitud digna de un aprendiz de dictador. Otros personajes que tampoco han logrado y se supone, en el tiempo que les queda, difícilmente lleguen a merecer el respeto de los guatemaltecos, los encontramos en la Vice Presidencia, en los ministerios e incluso, en el Organismo Judicial; muchos casos son del dominio público e insistir en señalarlos, sería una redundancia innecesaria.





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Luis Felipe Samayoa R. (QEPD)

Luis Felipe Samayoa R. (QEPD) Columnista / Reflexionemos

Soy un profesional comprometido con la transparencia, la crítica y la propuesta, e identificado con los problemas sociales; los intereses y necesidades de los de a pie. / lufesaldy@hotmail.com

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