En estos días muchos niños iniciarán su primer día de clases, para mí fue emocionante, no recuerdo si lloré, no recuerdo que me dijo mi mamá, solo recuerdo a mi maestra, seño Yoli. Ahora que lo veo como madre, tengo una combinación de sentimientos entre tristeza, nostalgia, añoranza y preocupación, por supuesto también alegría y emoción por la etapa que inician los pequeños.
Escuchamos decir que hay que aprovechar a los hijos cuando son pequeños porque crecen pronto, pero no se toma conciencia de ello hasta que uno se da cuenta de que el tiempo ya pasó, y que, atrás han quedado esas largas jornadas de desvelo, de cargarlo hasta el cansancio, de sostenerlo porque aprendía a caminar o a ir al baño, de estar al pendiente de como toleraba cada alimento o tratar de comprender lo que decía con sus primeras palabras.
Todo cambiará porque ya no planearemos que hacer en el día, y no tomaremos una refacción o un descanso luego de los juegos, he aprendido tanto de mi hijo que aunque se que es importante que socialice y que inicie su etapa escolar tengo añoranza por todo lo que hemos creado juntos, y me pregunto, ¿Cómo hago para entregar al colegio lo que más quiero en la vida que es mi mayor tesoro?, seguramente las maestras están preparadas para cuidar tesoros invaluables; sé que el conocimiento es importante, pero más importante es que sea feliz y desarrolle sus dones.
No le temo a la adaptación que tendrá al compartir con otros niños, porque es un paso que se tiene que dar y las maestras seguramente le acompañaran para que sea de la mejor manera, me preocupa no acompañarlo a subir las escaleras o esperarle al final del columpio, no estar para abrazarle cuando se sienta triste o se golpee, no estar cuando celebre un aprendizaje o meta un gol, o para decirle tú puedes cuando se sienta desesperado.
En el fondo, lo que me da nostalgia es darme cuenta que no hay marcha atrás, que los niños crecen y el tiempo no se detiene, que cada día crecerá más en todos los aspectos de su vida y que al cerrarse este ciclo iniciará otro y cada vez dependerá menos de mí, lo cual por supuesto es bueno porque será independiente.
Sin demostrarle mis sentimientos, y aunque esconda algunas lágrimas, tomaré su manita con toda la buena vibra y mis mejores deseos, y juntos iniciaremos el camino del conocimiento, esperando sea para bien, para que sea feliz como persona, para que aprenda jugando y para que conozca a más niños que no han podido compartir libremente por estar creciendo en tiempo de pandemia. Quizá para algunas personas sea exagerado dedicar una columna al primer día de clases, pero cuando lo vemos desde la perspectiva de los padres definitivamente no se ve ni se siente igual, también estoy segura de que muchas personas comparten los mismos sentimientos aquí expresados, sea como sea, ¡Feliz inicio de clases!