Dios se hizo humano en Jesucristo, para venir a enseñarnos a ser más humanos. Pero luego de más de 2000 años, parece que los seres humanos nos estamos deshumanizando y estamos regresando a ser monos. En el mundo actual hay muchísimos problemas socioeconómicos, e incluso éticos: pobreza, corrupción, violencia, delincuencia, y problemas bioéticos como el aborto, la eutanasia, etc. Me parece que algunos humanos están viviendo su vida de una manera tan instintiva como los animales.
Sin embargo, los seres humanos tenemos razón y voluntad libre para caminar en este camino de la vida como verdaderos seres humanos, capaces de elegir el bien para beneficio de sí mismos y de los demás. Pero hay algo que no está bien en la humanidad actual. Ciertos comportamientos de algunos líderes en la sociedad actual dejan al descubierto la podredumbre existente en el interior del hombre y de la mujer.
Cuando un líder, asesina a través de leyes que no respetan la dignidad de la persona humana, sino que la denigran y la reducen a un objeto cualquiera, este líder se convierte en un instrumento para que sea el mal el que gobierne al mismo hombre. Cuando un gobernante manipula las leyes a su antojo y según sus propios intereses, la decadencia ética de una sociedad es un hecho. Cuando, quienes dirigen instituciones civiles o religiosas, abusan de la autoridad que se les ha dado y se transforman en pequeños tiranos, haciendo sufrir a sus súbditos, estos tales son la personificación del mal en la sociedad actual.
Los efectos de esa deshumanización en el mismo ser humano es el sufrimiento, el dolor y el sinsentido de la vida. Y si estas personas que sufren no buscan ayuda para integrar su sufrimiento y verlo desde Dios, terminan haciendo decisiones contrarias a la vida misma. La descomposición socioeconómica y moral de la sociedad la convierten en el mejor vehículo para que el mal habite entre nosotros.
La deshumanización de la sociedad tiene su fuente en la envidia, el odio y el resentimiento enraizado en el corazón del hombre. La codicia y la ambición por las cosas materiales destruyen por completo al mismo hombre. Los vicios concupiscentes y malévolos destruyen también la vida humana. Y así como estos aspectos que he mencionado, hay otras situaciones como la depresión y una soledad malsana que disminuyen la existencia humana.
Este divorcio entre lo que se dice y se hace es lo que motiva muchas veces a otros seres humanos a alejarse de los valores del reino de Dios y se convierten en ateos, agnósticos y giróvagos ideológicos (vagabundos) contrarios a los principios éticos con los cuales fueron educados en sus familias y en la iglesia.
Y en este contexto sombrío y poco esperanzador, hay que buscar cobijo en alguien. Miles de seres humanos en el mundo se han perdido en ideologías y vicios que los han metido en callejones sin salida. Y si no buscan la gran Esperanza que es Dios, morirán en sus intentos de búsqueda. Lo que quiero decir es que, ante tanta barbarie humana, la única Esperanza de salvación es Dios, el Dios de Jesucristo. Y a ese Dios de Jesucristo, a quienes muchos en la iglesia hemos desfigurado, lo encontramos dentro de nosotros mismos: “hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé; tu buscaba fuera de mí, y Tú estabas dentro de mí”, (San Agustín de Hipona). A esta sociedad deshumanizada en muchos aspectos, los “buenos cristianos y honrados ciudadanos”, (Don Bosco), tratemos de humanizarla, siendo más humanos con quienes convivimos todos los días.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.