Desde la causalidad aristotélica, dentro de las causas extrínsecas, se ha planteado la importancia en el proceso de enseñanza-aprendizaje de que quien facilita ese proceso sea un referente, un modelo, lo que Aristóteles llama: causa ejemplar.
En una época convulsionada, frente a una sociedad carente de valores, con generaciones cada vez más acomodadas y con mayor acceso a la información, lo cual provoca un comportamiento individualista creyendo que se sabe todo, al menos lo necesario, resulta imperativo el surgimiento de líderes que guíen a la sociedad hacia un nuevo modelo, en esto puede aportar la academia, y más específicamente, los educadores; esta propuesta no es nueva, ya hace medio siglo el Dr. Juan José Arévalo Bermejo, bajo la idea de que el desarrollo del país debería estar basado en la educación, hacía un llamado a los maestros, en todos los niveles, a ser ejemplo no solo en el crecimiento intelectual, sino espiritual. (Juan José Arévalo, Escritos complementarios)
La tarea no es sencilla, pero luego de los padres, no existen otros personajes, en contacto directo, para la mayoría de las personas que puedan fungir como mediadores entre el ser humano y el mundo, que no sean los docentes.
Sin embargo, ¿pueden todos llegar a ser líderes?, en principio lo son, al menos de manera formal, lo que se considera liderazgo por posición o autoridad; pero se debe trascender al siguiente nivel, que es el liderazgo por condición propia o capacidad. Surge entonces la disyuntiva entre si el líder nace o se hace, y se debe hacer notar en este caso que en las diferencias que hacen a cada ser único, se está dotado de determinadas características, que pueden facilitar esa habilidad para dirigir y ser un modelo a seguir, sin embargo, de poco serviría sin la potencialización de las mismas.
El líder tiene que ser definido, entonces, como aquel a quien los demás siguen, aun y cuando no se encuentre en un nivel superior,dentro de estructuras formales; también quien siempre se adelanta y avanza en el camino del conocimiento y las buenas prácticas para alcanzar una vida más humana para él mismo y para quienes lo rodean.
Para ello, el educador tiene que estar formado adecuadamente para responder a esa necesidad de líderes, en gran parte causada por la pérdida de credibilidad en todos los ámbitos que ha creado incertidumbre y sumido a gran parte de la sociedad en el desinterés e inacción. El maestro líder debe cuidar su vida en todos los aspectos, tarea no menos sencilla, claro está que el ser humano es imperfecto, pero llamado a la perfección, aunque a veces esos errores no tienen que ver con la intencionalidad.
No en vano Maquiavelo decía que hay que admirar a los buenos hombres e imitar a los extraordinarios. Por ello la formación del docente debe apoyarse en un proceso autodidacta para complementar su aprendizaje formal, y suplir las deficiencias del mismo. (Citado en ¿Por qué son líderes?)
Pero qué importancia tiene el liderazgo en el desarrollo de la labor docente, al parecer no demasiada bajo el paradigma actual, en el cual se le considera al educador como un facilitador del aprendizaje del educando, quien lo desarrolla de acuerdo a su ritmo, sus habilidades, necesidades y hasta interés, lo cual deja al profesor en una posición pasiva; aun así, no se debe olvidar que este último no solo aporta información, sino sobre todo experiencias, del espacio laboral y de la vida.
El éxito por lo general está unido al liderazgo, todos los grupos que han logrado superarse han tenido siempre uno o más líderes, los hay también negativos, dictadores, déspotas y ruines pensadores; pero existen santos y autoridades religiosas, pioneros de la industria y el comercio, reyes,reinas y conquistadores, sabios y filósofos. Todos ellos con sus propias particularidades, pero con características en común, como su capacidad para inspirar.
El liderazgo es fundamental en el proceso de enseñanza principalmente en tres aspectos, descritos cada uno para ampliar su incidencia.
Facilita la interacción y por ende el proceso. Se dice que aprendemos más fácil cuando nos enseña a quien amamos. Precisamente, el liderazgo ayuda a generar esa simpatía, aumenta el interés y hace más comprensible toda explicación, por el hecho de la admiración y la confianza de quien facilita el proceso.
Genera un deseo de superación. Cuando el docente es un verdadero líder en su ambiente, genera en los educandos esa intención de ser como él, o al menos seguirlo, o en todo caso superarlo en sus virtudes. La motivación es intrínseca, pero muchas veces los factores externos ayudan a que aumente y se ponga en práctica.
Trasciende. El liderazgo ayuda a trascender, tanto al educador como al educando, ya que perpetúa las enseñanzas, que luego sirven como modelo de otros docentes, pero a la vez, puede contribuir con que el estudiante supere problemas, pontencialice sus capacidades o, en un ideal, se plantee y lleve a cabo un mejor proyecto de vida; esto trasciende lo individual y lo ubica en un plano social, porque no se limita a formar intelectual y técnicamente, sino pasa a ser un ejemplo de vida.
El educador ya cuenta con el liderazgo formal, ahora debe ser un verdadero paladín de la educación, lo cual facilitará su labor.