Cuando un líder fallece, regularmente se generan varios sentimientos encontrados y a su vez, un sinfín de comentarios, tanto a favor como en contra y es que, en una sociedad como la nuestra, donde tristemente quienes aportan y luchan por hacer que las cosas sucedan, generalmente son el porcentaje más bajo.
Los líderes son modelos, ellos muestran el ejemplo de lo que debiera ser el comportamiento ideal; son sus acciones diarias las que muestran el tipo de actitud que espera que quienes están cerca repitan, para que juntos sigan llevando la organización a nuevos niveles.
Cuando el liderazgo es débil, las organizaciones se debilitan y empiezan a desempeñarse en el promedio, haciendo lo que la mayoría hace, no hay una diferencia notable, y por lo tanto no crecen. Pero, cuando el liderazgo está en continuo crecimiento; con una actitud de aprendizaje, aun de sus propias equivocaciones, entonces las organizaciones empiezan a destacarse.
Los buenos líderes son aquellos que están enfocados en ser útiles a los demás, bien sea sus clientes o sus equipos de trabajo. Se esfuerzan por proveer los recursos necesarios para que las cosas se den, no están interesados solo en demostrar su éxito.
Ser útil significa que cada acción está dirigida a aportar un verdadero valor que potencie las actividades de los demás. Cuando se es útil, entonces el éxito está asegurado. Los clientes llegarán para hacer negocios con nosotros porque nos verán como su aliado de confianza, a quien pueden acudir para mejorar sus negocios.
Lo mejor que un líder puede dejar como ejemplo a su equipo de trabajo, es el hecho de ser útiles, formar en ellos una mentalidad proactiva, que busque soluciones y que no espere que alguien más resuelva los problemas; ser útil siempre producirá beneficios en todas las áreas. Si un líder no se está multiplicando en otros, su empresa o la institución a la que representa no seguirá creciendo. Llega un punto donde todo líder llega a un tope, donde a pesar de que quiera que su entidad siga creciendo, no podrá.
No importa qué tan bueno sea un líder, siempre tendrá un tope, y si quiere seguir avanzando, debe buscar crecer, y solo así su organización crecerá. Un tope común al que muchos líderes llegan, es querer seguir haciendo las cosas por ellos mismos. Están acostumbrados a encargarse de todo, y puede que en el pasado solo él o ella eran los únicos facultados para hacerlo, pero a medida que la empresa crece, se debe empezar a delegar, para que otros también se encarguen.
La mejor manera para delegar es formar otros líderes, enseñarles con el ejemplo a tomar decisiones, tomando un impulso indetenible que impacta todo su sistema de negocio, una nueva cultura de liderazgo se empieza a consolidar dejando un legado de nuevos líderes maestros.
Los líderes se caracterizan también po,r tomar riesgos, prefieren tomarse el tiempo necesario para evaluar las posibles consecuencias de sus acciones y con esto, toman decisiones más acertadas. Cuando un líder se arriesga va dejando huella en sus seguidores, les transmite de manera clara que hay que tomar riesgos si se quiere estar al frente de sus mercados; que, si es necesario, deben atravesar periodos de fracasos antes de conseguir el triunfo.
El riesgo es un legado inseparable de los buenos líderes, es por esto, que solo los grandes líderes han impactado más allá de sus generaciones. Dejar un legado como líder es centrarse en ser útil, liderar con la intención de formar a otros líderes mediante el ejemplo y, finalmente, tomar riesgos calculados que lleven a la organización a nuevos niveles.
Si bien es cierto que nunca, nadie jamás podrá quedar bien con todo el mundo, también es cierto que se ha generado y aún más, con la facilidad que se tiene para difundir lo que pensamos en diversos medios, un derecho a criticar lo que los demás hacen sin siquiera considerar hacer un aporte, lejos de solo fiscalizar; pero al final, el mejor juez siempre será el legado que un líder al partir haya dejado.
Mercadóloga especialista en Gestión de Proyectos. Capacitadora, motivadora, estratega y analista empresarial.