De vez en cuando vale la pena hacer un poco de silencio interior, para poder escuchar nuestras propias voces internas, y desde ahí expresar lo que pensamos y sentimos con más sensatez y cordura. Sin esos pequeños espacios de introspección personal, vamos a ir por el mundo opinando y haciendo decisiones que más que beneficiarnos, van a entorpecer nuestro crecimiento como seres humanos.
Los pequeños “altos” en la vida son clave para enmendar y corregir rumbos y destinos. A veces pueden más las compulsiones y las reacciones desproporcionadas, y creemos que estamos bien y que los demás son los que están mal; pero si nos analizamos con más calma y sinceridad, vamos a descubrir que, las causas de nuestra infelicidad y amargura, están dentro de nosotros mismos.
El mundo sería otro si los seres humanos fuéramos en verdad más “humanos” y no tan deshumanizados como Putin y otros líderes del mundo actual. Dios nos creó para ser su imagen y semejanza en este mundo y nos pide que nos amemos los unos a los otros, y que tratemos a los demás como nosotros queremos ser tratados.
La ambición a las riquezas y al poder enferma a cualquiera. Entorpece el alma y ciega la vista para no ver las necesidades de los demás. Esta es una manera clara de cómo se manifiesta el mal en el mundo. En algunas partes del planeta el mal se ha apoderado de algunos líderes y por eso hacen lo que hacen. Actúan como verdaderos animales.
Por lo tanto, es importante encontrar y escuchar nuestra propia voz interior, para ayudar a los demás a que encuentre la suya, y descubran que son águilas y no pollos. Pero, alguien debe ser capaz de percibir que “el otro” necesita de mí para crecer y evolucionar. La vida consiste precisamente en esto: en ver las necesidades de los demás y hacer algo por ellos.
Nuestra misión en este mundo es servir. No importa la profesión o vocación que se tenga. Todos hemos nacido para construir una mejor sociedad; esa nueva civilización comienza en usted mismo, luego en los más próximos a usted. La vida le presta a su pareja, a sus hijos para que haga una mejor versión de ellos. La vida le pone en sus manos a cientos de personas para que las transforme y las haga trascender.
La cultura, el idioma y la religión no deberían de separarnos y dividirnos como seres humanos. Lo que tenemos que hacer es humanizar más la cultura y la religión, para que se conviertan en medios de transformación personal y social y no en pequeños muros que nos separen cada día más.
Cuando se ve el mundo tal como está ahora, cuando se percibe a Guatemala tal como está en el presente, preocupa. Preocupa ver tanta terquedad y ambición de poder y dinero en quienes administran las instituciones del Estado. Preocupa ver la poca capacidad que existe en el hombre y la mujer para trabajar en equipo, y hacer de las diferencias personales oportunidades para construir puentes en vez de muros.
Cuando algo no nos gusta o no va con nuestra manera de pensar, luego empezamos con las pedradas y las trampas. Queremos un mundo, una sociedad y una iglesia a nuestra manera. Somos incapaces de caer en la cuenta que en la diversidad está la riqueza de una nación, de la iglesia y de cualquiera otra institución humana. Tenía razón Heidegger en afirmar que “jamás ha sido el hombre tan problemático como ahora”, (Gevaert, 2008, pág. 12).
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.