Vivimos en un planeta extremadamente hermoso, tenemos tantas posibilidades de marcar la diferencia como de ganar la lotería, pero la burocracia en nuestros tiempos es la peor porquería, hasta apestan muchos de ellos llamados “funcionarios públicos”, que aún no logro entender como personas como Jimmy Morales, Giammattei, Allan Rodríguez, Tres Quiebres, Neto Bran, Juan Fernando López, el alcalde actual de Xela, y la lista es interminable, todos elegidos por el pueblo.
¿Quién debería ostentar el poder: unos pocos o muchos? Concentrar el poder en manos de unos pocos (en una monarquía, una dictadura o una oligarquía) tiende a generar poder para beneficio personal a expensas de otros. Sin embargo, al difundir el poder entre muchos –como en una democracia– los votos individuales ya no importan, por lo que la mayoría de los votantes siguen siendo ignorantes, parciales y mal informados. Creo que tenemos un dilema.
Consideremos un sistema político alternativo llamado epistocracia. Las epistocracias conservan las mismas instituciones que las democracias representativas, incluida la imposición de límites constitucionales liberales al poder, declaraciones de derechos, controles y equilibrios, representantes electos y revisión judicial. Pero mientras las democracias otorgan a todos los ciudadanos el mismo derecho a votar, las epistocracia reparten el poder político, por ley, según el conocimiento o la competencia.
La idea aquí no es que las personas con conocimientos merezcan gobernar (por supuesto que no), sino que el resto de nosotros merecemos no estar sujetos a decisiones políticas tomadas de manera incompetente. Las decisiones políticas tienen mucho en juego, y las democracias confían algunas de estas decisiones de alto riesgo a ignorantes e incompetentes. Las democracias tienden a aprobar leyes y políticas que atraen al votante medio, pero este no aprobaría el curso 101 de Economía, Historia, Sociología y Ciencias Políticas. El trabajo empírico generalmente muestra que los votantes apoyarían políticas diferentes si estuvieran mejor informados.
Los votantes tienden a tener buenas intenciones, pero votar bien requiere más que un buen corazón. Requiere un tremendo conocimiento científico, social: conocimiento del que carece la mayoría de los ciudadanos. La mayoría de los votantes no saben nada, pero algunos saben mucho y otros saben menos que nada. El objetivo de la epistocracia republicana liberal es proteger contra las desventajas de la democracia, reduciendo el poder de los votantes menos informados o aumentando el poder de los mejor informados.
Hay muchas formas de instituir la epistocracia, algunas de las cuales funcionarían mejor que otras. Por ejemplo, una epistocracia podría negar a los ciudadanos el derecho al voto a menos que puedan pasar una prueba de conocimientos políticos básicos. Podrían dar un voto a cada ciudadano, pero otorgar votos adicionales a los ciudadanos que pasen ciertas pruebas u obtengan ciertas credenciales. Podrían aprobar todas las leyes por medios democráticos normales, pero luego permitir que grupos de expertos veten leyes mal diseñadas. Por ejemplo, una junta de asesores económicos podría tener derecho a vetar leyes de control de alquileres, del mismo modo que la Corte Suprema puede vetar leyes que violen la Constitución.
Por supuesto, cualquier sistema epistocrático se enfrentaría a abusos. Es fácil imaginar todas las cosas que podrían salir mal. Pero eso también se aplica a la democracia. La pregunta más interesante es qué sistema, con defectos y todo, funcionaría mejor. Al final, es un error imaginar la epistocracia como el gobierno de un grupo de élite de tecnócratas o “reyes filósofos”. Más bien, la idea es: hacer lo que hace la democracia, pero mejor. Tanto la democracia como la epistocracia difunden el poder entre la mayoría, pero la epistocracia intenta asegurarse de que la mayoría informada no sea ahogada por la mayoría ignorante o mal informada. Les dejó la frase del poeta, dramaturgo, novelista, intelectual Victor Hugo: “Entre un Gobierno que lo hace mal y un Pueblo que lo consiente, hay una cierta complicidad vergonzosa”.
P.D Lectores les recomiendo leer: Cuando todo lo demás falla: la ética de la resistencia a la injusticia estatal (2018) de Jason Brennan se publica a través de Princeton University Press.