Delegar es una acción que cualquier empresa, grande o pequeña, que está consciente de sus efectos en la expansión, practica en forma consuetudinaria. Delegar es cuando una persona da autorización a otra para que obre en su representación en algún asunto. Sin embargo, tememos delegar por múltiples razones. Un gran pensador dijo: “ Prefiero dejar que 10 hombres hagan el trabajo, que hacer el trabajo de 10 hombres “. Una de las razones por las cuales no delegamos es porque tememos que otros no puedan hacer el trabajo tan bien como nosotros mismos lo hacemos. En muchas ocasiones no valoramos el esfuerzo de nuestros colaboradores y esto provoca una desmotivación en su quehacer diario. En otras ocasiones no delegamos porque tememos perder el control; especialmente en aquellas empresas en donde la autoridad está verticalizada y que nada se hace sin que la cabeza máxima lo autorice.
Cuando dejamos de delegar nuestras funciones perdemos oportunidad de negocio e incluso algunos clientes que no pueden ser atendidos por que la atención está centralizada. La persona que dirige una empresa o una organización cualquiera que sea ésta, si no delega, tiene riesgo de entrar en crisis de ansiedad, lo cual como ya sabemos, trae consecuencias subyacentes en el cuerpo físico. También se produce ineficiencia en el trabajo al centralizar este. No podemos focalizarnos en lo que puede generar más beneficios a nuestra organización así como las posibilidades de innovar en productos o servicios nuevos queda en un segundo plano lo cual provoca una menor productividad justamente por el exceso de cansancio, nerviosismo y falta de concentración cuando no delegamos el trabajo que debe realizarse.
Uno de los errores más comunes cuando por fin nos decidimos a delegar es esperar a tener algo grande para poder hacerlo. Y eso lo podemos poner en práctica en nuestro hogar delegándole a cada miembro de la familia una parte de la casa por ejemplo, para que ésta se mantenga limpia todo el tiempo. En el afán de delegar improvisamos con la persona que no está preparada para el efecto. Cometemos el error también de delegar sin un plan específico ni directivas claras así como tampoco un objetivo claro. En el peor de los casos delegamos en la persona que no está preparada, o que no ha sido adecuadamente entrenada para el acto en sí que le fue delegado.
En la Biblia encontramos el ejemplo de Moisés, dirigente nacional israelita, que se sentaba todo el día a escuchar al pueblo todas sus necesidades y a decidir caso por caso. Su suegro se le acercó y le dijo que iba a matarse el mismo y cansar al pueblo, que lo conveniente era entrenar a personas maduras para que a su vez estas personas resolvieran los casos pequeños y que los casos graves únicamente fueron llevados ante su presencia. Así que una de las pautas para delegar es seleccionar los trabajos a delegar y organizarlos para poder hacerlo. También elegir la persona adecuada para el trabajo que previamente ha sido entrenada. Preparar y motivar a la persona delegada para realizar la tarea respectiva para que ésta pueda ser realizada con excelencia. Asegurarse que la persona delegada tenga una clara comprensión de lo que debe realizar. Se debe animar a la persona a actuar con independencia, sin dejar de mantener una supervisión sobre la obra total. Estoy seguro que cuando aprendas a delegar los primeros en agradecértelo será en tu familia.
Cardiólogo - Coach/Conferencista coachedwinibarra@gmail.com