En este fascinante mundo de la virtualidad producto del avance cibernético, especialmente en la plataforma del Facebook llegan o aparecen una diversidad de mensajes, memes, etc., que de una u otra manera llevan y/o traen mensajes, unos positivos y otros negativos, bueno, depende del criterio e incluso del estado de ánimo de la persona receptora.
Dentro de todo esto, hoy vi un mensaje que textualmente decía: No busquemos a Dios en los altares solamente! Busquémoslo en el PRÓJIMO.
La biblia -para mí, sagrada escritura, para otros no, por supuesto, debo respetar su criterio- hace referencia a que debemos buscar a Dios, andar por sus caminos, vivir su vida incluso, llevar su cruz, etc. La base bíblica la encontramos en Isaías 55:6-12; Evangelio de San Juan 14:6 y Evangelio de San Mateo 16:21-27; en ese sentido, el ser humano no está solo en este diminuto espacio llamado planeta tierra. Digo diminuto, si lo comparamos con lo inmenso e infinito espacio del universo. Sin ninguna duda, Dios está acá, ahí y allí, qué sorprendente.
Entiendo que, cuando leemos, Buscar a Dios, no es porque Él este perdido ni nada por el estilo, no, se refiere a que, debemos tener una comunicación y relación espiritual con Él, a efecto de vivir como Dios manda, es decir, en armonía, respeto y solidaridad con la naturaleza -hombre y su entorno natural-. En ese sentido, el hombre quiso tener un lugar especial para poder llegar y comunicarse con Dios y precisamente ese lugar o espacio, se le conoce como altar. El Diccionario de la Lengua Española, define Altar de la siguiente manera: Mesa rectangular consagrada donde el sacerdote celebra el sacrificio de la misa. Conjunto constituido por la mesa, la base, las gradas, el retablo, el sagrario, etc., en una iglesia cristiana. Y, por último, nos indica que, en algunas religiones, se refiere a piedra, construcción elevada o montículo donde se celebran ritos religiosos como sacrificios, ofrendas, etc. Como podemos entender, el hombre, ha necesitado un lugar especial para tener un encuentro íntimo con Dios, por favor, debo indicar que, no estoy promocionando ninguna religión ni doctrina en particular.
Sin ninguna duda, el autor de la reflexión que hoy uso como título de este artículo de opinión, tiene mucho conocimiento sobre cuestiones teológicas básicas y quiso darnos a entender que, no solamente podemos buscar a Dios en ese espacio llamado altar, sino, la relación o comunión con Dios, la debemos llevar necesaria y obligatoriamente más allá del altar.
Pero, ¿Cómo así? Recordemos la respuesta que le dio Jesús a una de las personas -doctor en ley-que le estaba viendo y escuchando. Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?, con toda la tranquilidad -es mi imaginación-, Jesús le respondió: Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas. San Mt. 22:34-40.
A mi entender, existe una grande y estrecha relación entre el primer y segundo mandamiento, el primero, se trata de Dios -invisible-, y el segundo se trata del hombre -visible-. Dios y hombre, tienen una relación infinita y profunda.
En otras palabras, a Dios no lo vemos, no lo palpamos, y ahí precisamente es dónde muchos se pierden, porque, solo creen en la existencia de algo o alguien, si efectivamente lo ven y lo palpan. Pero, por supuesto que lo vemos, lo palpamos, lo sentimos, y precisamente eso ocurre, cada vez que, yo veo a mi padre, madre, hermanos, hijos, nietos, vecino, amigo, la brisa de la mañana, el crepúsculo, el rio, el mar, el viento, el pájaro carpintero, el león, el pez, el aire, el agua, el fuego, en fin, cuando vemos todo ser viviente, vemos a Dios. “Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. No debemos dejar de ayudar a nuestros vecinos porque en ellos servimos a Jesús.” Santa Rosa de Lima
Contador público y auditor, docente universitario y ex alcalde comunitario.