Dime quién eres y te diré qué heredas. No sé si se han puesto en pensar en lo que heredamos a nuestras futuras generaciones. La mayoría de personas se preocupa en heredarle a sus hijos un pedazo de tierra para que construyan sus casas; o bien una buena cantidad de dinero, para que sobrevivan cuando ya no se estén vivos. Y me parece una buena idea, pero no necesariamente la más importante.
Normalmente los hijos e hijas, están pendientes de las posesiones de sus progenitores. Cuando éstos ya estén a punto de colgar los caites, vuelan como zopilotes muertos de hambre sobre los bienes de sus padres. Se pelean. Se demandan y muchos se dejan de hablar. No estoy generalizando, pero ésta es una realidad presente en la vida de muchas familias en la sociedad actual.
La herencia material no es la más importante. Hay otras herencias, que son menos tangibles a la vista humana, pero son las mejores que nos pueden dejar nuestros padres. Recuerdo la herencia que le dejó David a su hijo Salomón. “Sintiendo que se acercaba el día de su muerte, David le hizo estas recomendaciones a su Hijo Salomón: cumple los mandamientos de Dios; camina por sus sendas. Si haces esto, tendrás éxito en todas tus empresas”, (1Re 2, 1-4, 10-12). En otras palabras, David le heredó a Salomón su fe a Dios. Le pide que continúe fiel al Señor. David le transmite su fe.
Entonces, reflexionemos sobre lo que le estamos transmitiendo a nuestras futuras generaciones. El gobierno anterior le heredó al nuevo gobierno mucha, pero mucha corrupción. Instituciones como el MP están transmitiendo su peor versión a quienes en un futuro no muy lejano asumirán las riendas de dicha institución.
Los docentes también somos sujetos de transmisión para nuestros alumnos. Ellos heredarán la calidad o la mediocridad de docentes que seamos. Pero si somos educadores de excelencia, heredemos y transmitamos nuestra mejor versión a los sujetos del proceso de enseñanza-aprendizaje.
Quienes trabajan en catequesis en las parroquias tienen una gran responsabilidad para con sus destinatarios o catecúmenos. Se supone que los catequistas están bien formados e instruidos para transmitir los conocimientos doctrinales a los demás. Para transmitir bien las ideas y los contenidos, ustedes tienen que estar bien preparados. Si no, como se dice coloquialmente: puras casacas van a decirle a su gente.
Incluso los amigos se convierten también en sujetos hereditarios. Hay amigos que transmiten valores y virtudes a sus amigos y amigas. Y hay que esforzarse, para no bajar la guardia y continuar disciplinadamente en la transmisión de valores.
Vale la pena reflexionar sobre lo que se piensa heredar y transmitir a las futuras generaciones. La mejor herencia que se puede dejar a los hijos e hijas es una buena educación moral y espiritual. Los valores morales y espirituales son la mejor herencia. Con estos valores se pueden hacer maravillas en la vida; se puede alcanzar grandes metas y sueños. No importa si no nos dejan un pedazo de tierra o unos cuantos quetzales. Lo mas significativo es ser una persona educada. Y “eso de ser educado o educada” se asimila de nuestros padres.
Dichosos aquellos y aquellas que día a día se rifan el físico por dejarle una herencia axiológica a sus hijos. Una persona educada y con una personalidad agradable es capaz de construir sus propios sueños. Sólo es cuestión de tiempo. La mejor herencia que me pudieron haber dejado mis padres es la de la libertad para construir mi vida a mi manera. Haga usted lo mismo: construya su vida a su manera y a la manera de Dios.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.