El 1 de mayo se celebra el Día Internacional del Trabajo, como un homenaje a un grupo de trabajadores de la ciudad de Chicago, quienes exigieron la reducción de las horas de trabajo, de 16 a 8 horas diarias. Esta reducción de las horas de trabajo se logró gracias a una protesta de unas 80,000 personas.
“El trabajo es una de las características que distinguen al hombre del resto de las criaturas, cuya actividad, relacionada con el mantenimiento de la vida, no puede llamarse trabajo; solo el hombre es capaz de trabajar, solamente él puede llevarlo a cabo, llenando a la vez con el trabajo su existencia sobre la tierra. De este modo el trabajo lleva en sí un signo particular del hombre y de la humanidad, el signo de la persona activa en medio de una comunidad de personas; este signo determina su característica interior y constituye en cierto sentido su misma naturaleza”, (Laborem Exercens, Juan Pablo II). Considero que es un día propicio para agradecerle a Dios la oportunidad de tener un trabajo, y de evaluar la manera cómo se están poniendo en práctica los dones recibidos de Dios.
Para trabajar bien hay que tener salud integral. Si no se tiene salud física, emocional y espiritual, se sufre mucho, y se hace sufrir a los demás. Reflexione cómo se siente en el trabajo que actualmente tiene. Si su trabajo actual le genera sufrimiento, miedo, angustia y dolores de cabeza, es mejor ubicarse en otro trabajo en donde se sienta bien. El trabajo le da sentido a su vida; y cuando la vida tiene sentido, se es feliz.
Más de alguna vez he escuchado frases como estas: odio este trabajo, mi jefe no valora lo que hago; aquí estoy por necesidad. Si este fuera su caso, abandone lo más pronto posible ese trabajo, puesto que se está causando daño a sí mismo y a la empresa. Un trabajo jamás debe ser una fuente de mal humor. Una empresa le contrata para solucionar problemas, y no para que usted vaya a causarle problemas.
Este día pregúntese: ¿Soy feliz en mi trabajo? ¿Disfruto lo que hago? ¿Es realmente cierto que no valoran mi trabajo? Si es catedrático, y cuando ve la percha de trabajos que tiene sobre su escritorio para corregir, experimenta sentimientos de pereza y de disgusto, tenga cuidado, porque puede estar a punto de padecer el síndrome de quemarse por el trabajo (Burnout).
Si es recepcionista, pero más parece decepcionista (por la cara que pone), reflexione con seriedad, porque “el que mal hace mal acaba”. Si trabaja en un restaurante y le cae mal la visita de los clientes, es mejor que busque otro trabajo y no siga causándole daño a la empresa.
El síndrome de Burnout “es una situación en la que el trabajador se ve desbordado y se percibe impotente para hacer frente a los problemas que le genera su entorno laboral, en especial su entorno social. Los individuos se sienten desgastados y agotados por la percepción continuada de presión en su trabajo” (Pedro R. Gil-Monte). Este síndrome tiene su origen en el entorno laboral, y no en la persona. El individuo se siente acosado por otros compañeros de trabajo.
Gil-Monte agrega, “se trata de una experiencia subjetiva de carácter cognitivo compuesta por cogniciones, emociones y actitudes negativas hacia el trabajo, hacia las personas con las que se relaciona el individuo en su trabajo, en especial los clientes, y hacia el propio rol profesional”. El síndrome de Burnout genera disfunciones conductuales, psicológicas y fisiológicas, que tienen efectos negativos gravísimos para el propio trabajador y para la empresa en donde se trabaja.
En conclusión, haga de su trabajo una oportunidad de servir y amar a los demás. Practique el respeto, sea amable, perdone, dialogue y mejore su autoestima laboral.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.