La imagen de sí, que llevarán toda su vida, depende de la imagen que le proyecten sus padres.
El ser humano en sus primeros años de vida, ante un mundo hostil, cada vez va tomando confianza, basando principalmente en sus padres. Interactúa con los cuidadores haciendo que se enamoren de él (en amor, que le amen), lo que garantiza su sobrevivencia.
Si su primer interactuar no es bien recibido para lograr esa conexión, entonces estratégicamente surge en él, otro yo que no soy yo, el ego, que podrá tener diferente nivel de logro. He ahí donde se va formando o deformando su personalidad, con la aceptación o rechazo de los adultos cuidadores principales.
Algunos padres tienen ideales de sus hijos que no encajan con la realidad. Los niños o niñas se comportan de forma distinta a lo que ellos esperan. Un rechazo excesivo a la persona del niño, genera desconfianza, vergüenza y duda, que influye en su voluntad y determinación. Y por otro lado una aceptación ciega a sus caprichos y formas salvajes les infla la voluntad.
Los padres son los principales inculcadores de valores de respeto, cuando el niño o niña hace algo socialmente inaceptable. Van corrigiendo los impulsos naturales inaceptables y reforzando los aceptables. Lo importante es que critiquen el comportamiento inapropiado, pero no a la persona del niño. Duro con el pecado, pero suave con el pecador, dice el dicho.
Hemos visto niños que son crueles con los animales y con otros compañeros, en donde los educadores son permisivos y justificativos antes tales aberraciones. Hasta hay padres que alientan actos delictivos. Si de niños aprenden a transgredir a los otros, de adultos será muy difícil cambiar.
Pero si el educador, forma en su mente que el niño es un ser bueno, entonces le corrige en el camino de la adaptación social sana. Resulta efectivo y muy útil que le repita: “Eres un buen chico”. Incluso cuando él se ha equivocado. Y esto es verdad en todos los casos, porque el ser humano es bueno en esencia. Puede hacer maldades por adaptarse y sobrevivir, pero es bueno en su ser.
Por eso los padres deben de estar presentes en la infancia de sus hijos hijas, para ser el ingrediente principal en ese desarrollo psicosocial del nuevo ciudadano. Le dejo la siguiente frase, para que reflexione: “La señal de una personalidad sana, es la paz interior”.
Psicólogo clínico con más de 25 años de experiencia, docente universitario, escritor de temas de salud mental para la familia, la pareja y el niño. <strong>YouTube:</strong> Mil tips de Salud Mental y Escalón Infantil <strong>Facebook:</strong> Oswaldo Soto Psicólogo