En el marco del recién pasado diez de mayo, dedicado a las madres, vienen a mi mente mujeres valiosas, amigas, tías, primas, vecinas, compañeras de trabajo o conocidas, y la manera en que la sociedad ha tratado de clasificar de alguna manera logrando que muchas veces se sientan unas superiores o mejores madres que otras, es por ello que quiero compartir el texto de Nede Baulies: “Un Día Dejé de Juzgar y Comprendí: Un día comprendí a la mamá que vestía a sus hijos con ropa cómoda para que pudieran disfrutar de una piñata y otra que lo hacía porque no tenía tiempo de ponerles la ropa de fiesta porque salía volando del trabajo, también a las que llegaban con pequeños príncipes y princesas perfectamente combinados.
También a aquella mamá que dejaba a sus hijos descalzos porque creía que era saludable el contacto con el suelo y a la que por nada del mundo se los quitaba para que no se enfermaran; entendí a la que llegaba a una reunión con cara de apuro pidiendo que alguien cuidara a su hijo para poder ir al baño o comerse algo con tranquilidad, y a esa mamá que no compartía a sus hijos con nadie; entendí a la que llegaba tarde (nunca imaginé hasta hoy lo difícil que es estar a tiempo con hijos, trabajo y de más); comprendí a aquella mamá que en un restaurante no pudo calmar a su hijo y tuvo que darle el helado que pedía; también comprendí a aquella que solo le permite comer cosas saludables y orgánicas.
Comprendí a aquella mamá que no sabe qué hacer con un episodio de llanto y capricho de su hijo en el supermercado, como también comprendí a la que amamanta y a la que no; a la que vuelve a trabajar después del postparto, y la que decide quedarse en casa, a la que hace home office; a la que practica colecho y a la que le encanta la idea de mandarlos a dormir a su propio cuarto desde bebés. A todas, porque un día fui mamá y acepté no ser perfecta porque no pude, acepté mi estilo propio, sigo aprendiendo y me veo en cada una de ellas”
Esta columna está dedicada a todas las madres, porque todas son perfectas, no son ni malas, ni buenas, ni la mejor, ni la peor de todas, son la que pueden ser cada día, las que aman incondicionalmente, que a veces pierden la paciencia, a veces quisieran un ratito de soledad, pero, que también no quieren que sus hijos crezcan rápido.
Todas las madres desean ver volar alto a sus hijos, por eso exigen, revisan, cuestionan, enseñan a su manera lo que consideran que es mejor, aunque a veces deseen volver el tiempo atrás para hacer algunas cosas de otro modo o evitar regañar. Un saludo para todas las madres que se reinventan cada día, recuerden que sus hijos no las necesitan perfectas, las necesitan humanas.