Lo que era inminente, el fin de semana pasada, se volvió realidad. El COVID-19, hizo su llegada a suelo guatemalteco el pasado viernes 13, un día después, cobra su primera víctima. Pero, el presidente de la república, Dr. Alejandro Giammattei juraba y perjuraba que su gobierno estaba preparado y que todo estaba bajo control.
Totalmente y absolutamente falso, ningún gobierno del mundo, -hasta hora- ha estado preparado para hacerle frente a esta terrible enfermedad. Y en el caso nuestro, nuestro sistema de salud, está en trapos de cucaracha, desde hace muchos y muchos años, por eso, decir que, el gobierno está preparado ante el peor escenario, es elucubrar exponencialmente.
A raíz de la llegada del COVID-19, El presidente decretó Estado de Calamidad en todo el territorio nacional, el cual fue avalado por el Congreso de la República por medio del Dto. 8-2020 y al mismo tiempo se le autorizó una asignación de 230 millones para hacerle frente a este mal. Al mismo tiempo, Giammattei no se ha quedado con los brazos cruzados viendo venir el virus Covid-19, pero, no precisamente para combatirlo frente a frente, porque eso es imposible, no se puede combatir a este virus, porque simple y sencillamente no hay medicina ni vacuna para contrarrestar sus efectos, los expertos han dicho hasta la saciedad y en todos los medios de comunicación que, para hacerle frente es únicamente con medidas de prevención, es decir, empoderarnos de buenos hábitos al toser e higiene personal.
Toser cubriéndose la boca, pero no como lo hace Giammattei, dejar de saludar con beso –poero no como lo hace Giammattei- en la mejilla, debemos regresar a nuestras costumbres antiguas. Y lo más imprescindible, lavarse las manos constantemente, con agua y jabón. Cualquier jabón, no hay ninguna marca en especial. El asunto es, lavarse las manos. Hasta acá todo está bonito, todo está excelente, todo es comprensible. Pero, resulta que, más del 50% de las comunidades urbanas y rurales del país no cuentan con agua potable, entonces, ¿Qué hacemos?
La explicación sobre el uso del vital líquido se ha dado a conocer en diferentes medios y en diferentes épocas, sobre todo, cuando sale a colación la necesidad de legislar el uso del vital líquido, y en esta ocasión, tocaré así ha groso modo, ese aspecto. En el año 2010, se consumieron 20 mil 374 millones de metros cúbicos en todo el territorio, de éstos millones de metros cúbicos, el 97.73% lo consumió el sector agroindustrial, exploración de minas y canteras, suministro de electricidad, gas y agua entre otros, mientras que los hogares, es decir, usted y yo, apenas consumimos 461.68 millones de metros cúbicos. Entonces la pregunta del millón es, ¿dónde va a “invertir” Alejandro Giammattei los 230 millones de quetzales que le concedió el Congreso de la República?
Si para contener el avance de Covid-19 debemos lavarnos las manos constantemente, entonces, ¿cómo vamos a solucionar el problema del acceso al vital líquido? Reitero, hay comunidades en donde el vital líquido no les llega desde hace muchos días, en cada chorro, lo que oyen son zumbidos de aire, especialmente los poblados que forman parte del corredor seco. El gobierno debe velar, para que los ríos dejen de ser robados para cultivos de azúcar, palma africana entre otros.
Ojalá el presidente, a la par de la administración de esta crisis, este planificando medidas urgentes para reestructurar el sistema de salud del país, que los niveles primario y secundario en salud se desarrollen como cualquier país medianamente saludable en el mundo. Instalar catres y otros accesorios en el pleno centro de la capital, simulando la “construcción de un hospital”, que los alumnos de medicina estén prestando y aportando su valioso trabajo sin contar con una mascarilla, deja mucho que desear, mientras los diputados siguen haciendo de las suyas, eligiendo a su sabor y antojo a las personas que en el futuro, los dejarán ser electos, a pesar de formar parte del pacto de corruptos. Así las cosas, el peor virus de Guatemala se llama CORRUPCIÓN.
Contador público y auditor, docente universitario y ex alcalde comunitario.