“En cada Estado hay tres clases de poderes: el legislativo, el ejecutivo de las cosas pertenecientes al derecho de gentes, y el ejecutivo de las que pertenecen al civil.
Por el primero, el príncipe o el magistrado hace las leyes para cierto tiempo o para siempre, y corrige o deroga las que están hechas. Por el segundo, hace la paz o la guerra, envía o recibe embajadores, establece la seguridad y previene las invasiones; y por el tercero, castiga los crímenes o decide las contiendas de los particulares. Este último se llamará poder judicial; y el otro, simplemente, poder ejecutivo del Estado (…).
Cuando los poderes legislativo y ejecutivo se hallan reunidos en una misma persona o corporación, entonces no hay libertad, porque es de temer que el monarca o el senado hagan leyes tiránicas para ejecutarlas del mismo modo.
Así sucede también cuando el poder judicial no está separado del poder legislativo y del ejecutivo. Estando unido al primero, el imperio sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería arbitrario, por ser uno mismo el juez y el legislador y, estando unido al segundo, sería tiránico, por cuanto gozaría el juez de la fuerza misma que un agresor.
En el Estado en que un hombre solo, o una sola corporación de próceres, o de nobles, o del pueblo administrase los tres poderes, y tuviese la facultad de hacer las leyes, de ejecutar las resoluciones públicas y de juzgar los crímenes y contiendas de los particulares, todo se perdería enteramente.” Montesquieu. El espíritu de las leyes. 1748.
Es de suma importancia recordar, la familia de Charles-Louis de Secondat, pertenecía a la nobleza de toga, es decir franceses aristócratas que ocupaban puestos judiciales o administrativos de mucha relevancia. Charles-Louis de Secondat, fiel a la tradición familiar, estudió derecho y por once años presidió el parlamento de Burdeos, se dedicó a viajar para conocer de cerca las costumbres de cada país, especialmente lo concerniente a lo político, con argumentos válidos fue crítico de la monarquía absoluta reinante en Francia.
¿Por qué traigo a colación esta parte de la vida del Barón de Montesquieu? Digamos que, como reflexión para la clase togada de nuestro país, específicamente para los aspirantes a magistraturas del OJ, en pocas palabras, poner a disposición de la clase menos privilegiada, es decir al pueblo, el conocimiento, la sabiduría, honor y sobre todo la justicia, equidad y moralidad. Por supuesto, tenemos el derecho de aspirar a esos puestos, pero estos deben ser adjudicados por capacidad, honradez y honorabilidad, jamás por compadrazgos, ni mucho menos. El génesis de la crisis de poder que se vive hoy en los dos poderes del Estado, es precisamente porque los “aspirantes” no han cumplido con el procedimiento legal y sobre todo MORAL establecido para tal efecto. Con la complicidad de la mayoría de diputados, se han saltado las trancas para llegar como candidatos al puesto y lo que es peor, posibles magistrados de las dos cortes judiciales.
Nuestra situación es delicada, por no decir catastrófica, hace 272 años que el ilustre Barón de Mostesquieu –Charles-Louis de Secandat- escribió este tratado u obra máxima el cual fue aceptado por la mayoría de países europeos y su influencia fue decisiva en la gestación y formación del sistema político de Estados Unidos, pero nosotros por estos lares, desde ese tiempo -1748- hasta nuestros días seguimos sumidos en la tiranía, donde diputados y togados, -con raras excepciones- viven de las mieles del poder, la separación de poderes, los pesos y contrapesos, se lo pasan por el arco del triunfo. Es decir, vivimos en una completa y perfecta ANARQUIA.
Entonces, la pregunta obligada es, ¿Los guatemaltecos, estaremos hechos para resistir tanto o se llegó la hora de levantarnos cual gigante para escribir nuestra propia historia?
Contador público y auditor, docente universitario y ex alcalde comunitario.