PERSPECTIVA
La educación es el proceso social mediante el cual se transmiten y preservan los valores y productos culturales, con el fin de que éstos se vean enriquecidos y procuren una mejor forma de vida para la sociedad en general y para el individuo en particular. Este proceso de educación se inicia en la familia (De la Torre, 2013, p. 14). Por eso es que una de las características sustantivas de la educación es la familia, ésta es la primera escuela de los niños y niñas. Es la primera escuela doméstica. Este proceso de formación continúa en la escuela y se prolonga a lo largo de la vida del ser humano.
De la Torre, F. en 12 Lecciones de Pedagogía, educación y didáctica (2013: P. 15) dice que la educación se propone transmitir a las nuevas generaciones una determinada cultura y unos conocimientos específicos y prepararlas, además, para la asimilación de nuevas técnicas, fruto de los cambios tecnológicos.
Lemus, L. en Pedagogía (2007: P. 28) afirma que la educación tiene también unos factores indispensables para su desarrollo. Estos son: los factores biológicos, psicológicos, históricos y sociales. Los factores biológicos son influencias de carácter natural o constitucional que favorecen o limitan la formación educativa de las personas; tiene que ver con la constitución física, la herencia y las glándulas endocrinas. Los factores psicológicos son influencias de carácter espiritual, intelectivo o conductual, incluyendo el desenvolvimiento psíquico, las funciones anímicas y las diferencias individuales. Por factores históricos se entienden las influencias debidas al proceso humano a través del tiempo y del espacio, incluyendo la civilización y la cultura, la lengua y la religión, las costumbres y las tradiciones. Y los factores sociales son las influencias ambientales humanas de índole institucional, como la familia, la comunidad local, nacional e internacional.
Otra característica sustantiva de la educación la forman sus elementos principales: educando, educador y contenido educativo. Estos tres elementos son imprescindibles y se relacionan uno con el otro. Pero hay otros como la familia, la escuela, la iglesia y el Estado que complementa a los tres primeros, (Lemus, 2007, pp. 38-41).
Todas las características anteriores están bien, pero hay una que nunca debe faltar: el amor. El amor es una característica sustantiva de la educación. Bien lo decía San Juan Bosco (1815-1888): la educación es cuestión del corazón, porque el que no ama, no educa. Se pueden tener miles de herramientas pedagógicas para educar, pero si no se educa con amor, de nada sirve. Ahora bien, este amor debe existir en los protagonistas de la educación: maestros, padres de familia y alumnos. Son ellos quienes forman el famoso “triángulo perfecto de la educación”. Los tres protagonistas deben caminar por el mismo camino, de lo contrario los resultados serán mediocres. Si queremos cambios profundos en la sociedad guatemalteca, hay que educar con caridad.
El fin de la educación es transformar la personalidad de los educandos. Cuando una institución educativa atenta contra la dignidad del ser humano, ya no está construyendo, sino destruyendo su dignidad. Me pregunto por ejemplo, ¿Qué sentido tiene “bautizar” a un grupo de estudiantes de primer ingreso obligándoles a actuar en contra de sus principios éticos? Ojalá ese tipo de conductas salvajes, que no son propias de seres humanas, sean sancionadas. Dicen que venimos del mono, pero con ese tipo conductas, parece que se está regresando a ser monos.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.