Si la información o noticia no se sabe si es verdadera, no es buena y útil para las personas, entonces para qué compartirla.
Para empezar, ¿Qué es una paparrucha? Es frecuente la tendencia que tenemos para utilizar anglicismos para referirnos a ciertas cosas, hechos o situaciones. En el contexto de las tecnologías de la información y comunicación (TIC), nos encontramos cada vez con mayores cantidades de información y desinformación. En ese ámbito, con mayor frecuencia nos enfrentamos a noticias falsas, más conocidas por la mayoría como “fake news”. Aunque nos hemos acostumbrado a utilizar esa expresión, existen en nuestro idioma términos para referirnos a las noticias falsas, estos son: bulo y paparrucha. El Diccionario de la Lengua Española, de la Real Academia Española, define bulo como: “Noticia falsa propalada con algún fin.” y paparrucha como: “Noticia falsa y desatinada de un suceso, esparcida entre el vulgo.” Vemos entonces, que existen palabras en nuestra lengua para referirnos a las hoy muy frecuentes noticias falsas.
Independientemente, de cómo queramos referirnos a las noticias falsas, lo relevante es comprender a qué se refieren y estar conscientes de que, si somos lectores de medios de comunicación y usuarios de redes sociales, vamos a encontrarlas frecuentemente. Lo más importante es que, si queremos evitar estar mal informados, debemos aprender a buscar fuentes de información idónea, particularmente, en el actual contexto de la pandemia del Coronavirus, donde mucho de lo que nos llega es falso y probablemente con malas intenciones, como la de generar pánico o desacreditar personajes públicos, por ejemplo.
¿Qué debemos entender como una noticia falsa? Si consultamos la Wikipedia, las define como: “… un tipo de bulo que consiste en un contenido pseudoperiodístico difundido a través de portales de noticias, prensa escrita, radio, televisión y redes sociales y cuyo objetivo es la desinformación.” En su libro “Fake News”, publicado en 2018, Marc Amorós dice que: “las fake news son informaciones falsas diseñadas para hacerse pasar por noticias con el objetivo de difundir un engaño o una desinformación deliberada para obtener un fin político o financiero.” Su propósito es incidir en la venta de un producto (lo financiero), incidir en una elección o hasta provocar una guerra (lo político, como sucedió con la guerra de Iraq con las supuestas armas de destrucción masiva). No todas las paparruchas son homogéneas ni tienen iguales propósitos. No importa cómo se presenten, porque en esencia son mentiras tendenciosas o manipuladas.
A pesar de que existen numerosos sitios confiables para obtener información, con frecuencia somos dados a caer una y otra vez con los bulos. La pandemia del Coronavirus, se vino a sumar a una pandemia ya existente, como lo es la pandemia de la desinformación.
Por doquier, hoy lo que más encontramos es información (desinformación) sobre el Coronavirus, teorías conspirativas entre países para destruirse o quitar la hegemonía de un tipo de sistema económico e instaurar un nuevo orden mundial. Tal es el caso de lo que se lee sobre Estados Unidos de América, Europa y, las oscuras intenciones de Rusia y China. En este contexto, se ha publicado información sobre los posibles creadores del virus para diezmar a la población especialmente anciana, para luego sacar una vacuna que ya existe y cuya venta enriquecerá más a las farmacéuticas. También, circula cierta información sobre países que afirman que ya tienen la vacuna y otra que indica que eso será posible dentro uno a dos años. Si eso es cierto, habrá que investigarlo para encontrar evidencia, de lo contrario son bulos.
En nuestro contexto, abunda la desinformación sobre la forma en que el Congreso de la República aprobó los préstamos para enfrentar la crisis económica derivada de la pandemia y particularmente, por la forma en que el gobierno está ejecutando los recursos. Ejemplos concretos sobre desinformación del momento, podemos encontrarlos en las redes sociales, acerca de la entrega de los alimentos a las “personas necesitadas” y la entrega de los Q1,000.00, en esto se ha criticado a los alcaldes en cuanto a la elaboración de listados de beneficiarios. También, está sucediendo en el ámbito laboral, con el asunto de los despidos y suspensión temporal de contratos. Gente malintencionada, ha desinformado sobre eso. Otros ejemplos están en relación al pago de servicios, como energía eléctrica, telefonía, internet, alquileres, prestamos con los bancos, etc. También circula mucha información falsa y engañosa, sobre supuestos tratamientos y medicamentos que curan o previenen el Coronavirus. Hasta que no haya evidencia científica que fundamente ese tipo de información, son bulos.
El peligro de ese tipo de noticias, es que están dañando nuestra salud informativa y están propiciando que nuestras sociedades dejen de ser sociedades de la información y se conviertan en sociedades de la desinformación. En el contexto de la pandemia, resulta de mayor riesgo, porque se pone en peligro la salud física y mental, o la vida misma de las personas. No sería raro, que muchos estén muriendo por tomar decisiones basadas en noticias falsas.
Si no vemos o escuchamos noticias, estamos desinformados y si las vemos o escuchamos, estamos mal informados.
Las noticias falsas, no son algo novedoso, pero se han diseminado exponencialmente por la mayor facilidad para acceder a la Internet, los dispositivos electrónicos como computadoras, tabletas, smartphones y redes sociales (Facebook, WhatsApp, Twitter, Messenger, etc.)
¿Qué hacer ante ese problema? Antes de compartir noticias, es importante verificar la fuente, si están basadas en hechos o en opiniones y esencialmente, sobre la base de la moral y la ética, para tener conciencia de no compartir mentiras. Compartir bulos, aunque no sea con malas intenciones, puede provocar que contribuyamos con la pandemia de la desinformación, confundir a las personas y hasta ponerlas en riesgo si lo que compartimos tiene que ver con la salud.
El historiador israelí, Yubal Noah Harari, afirma: “la mejor defensa contra los patógenos es la información”, obviamente, para que eso sea verdadero, la información debe ser de fuentes verificables y fidedignas.
Hay quienes recomiendan emplear el filtro de Sócrates para evitar compartir paparruchas, es decir, que no se debe compartir ningún tipo de información si no se cumple con: “el filtro de la verdad, el filtro de la bondad y el filtro de la utilidad”. Filtro de la verdad: hay que estar seguro de que lo que se va a compartir es verdadero. Filtro de la bondad: Lo que se ha de compartir debe ser algo bueno para las personas. Filtro de la utilidad: Lo que se comparta debe servir o ser útil a las personas. Si la información o noticia no se sabe si es verdadera, no es buena y útil para las personas, entonces para qué compartirla.
Administrador público, economista, politólogo, abogado y notario, y profesor universitario.