Luego de haber vivido estos días santos, en los que tuvimos la oportunidad de meditar sobre nuestra propia vida y hacer un pequeño alto a la rutina de cada día, ahora tenemos por delante aún nueve meses del 2024, en los que podemos hacer mucho más de lo que hemos hecho hasta la fecha.
Cada uno es responsable de escribir esas páginas que tiene por delante. Las historias que ahí se plasmen pueden ser positivas y de trascendencia, o bien se pueden escribir páginas no tan buenas y negativas. El responsable es cada uno. No culpe a nadie de lo que ahí escriba.
Jesús ha resucitado. Y si Él ha resucitado en su vida, a usted no le puede pasar nada. Podrá tener mil amenazas, pero si usted se toma de la mano de Él, nada le podrá pasar. Jesús mismos ha prometido estar con nosotros todos los días de nuestra vida.
Las críticas negativas, las amenazas y persecuciones nos afectan, puesto que no somos piedras. Y de esos comentarios no nos libraremos durante el resto del año, porque muchos de ellos vienen de cerca. La semana recién pasada pudimos darnos cuenta que los más cercanos abandonaron a Cristo; el que dijo que no lo negaría, lo negó tres veces; y quien lo traicionó, fue alguien que comía en su mesa. El mal está en la propia casa, en el mismo grupo, en aquellos vecinos que están más pendientes de lo que pasa en su vecindario que de lo que pasa en su propia vida.
Entonces, piense, reflexiones, respire profundo y manos a la obra. No tenga miedo de ser alguien diferente al montón. Los pedros y los Judas siempre existirán en su vida. Levántese, como lo hizo Cristo, tome su cruz de cada día, y siga navegando contra corriente.
Como cristianos sabemos que el fin último de la vida humana es la vida eterna, es decir, gozar de la presencia de Dios, al final de la vida terrena. Y para estar en la casa del Padre después de esta vida, en el aquí y ahora, hay que tratar de ser santos, viviendo una vida recta y ética. Pero como humanos, nos equivocamos. Tenemos debilidades y pecados. Esta conciencia de pecado debe ayudarnos a ponernos de pie cada vez que nos caigamos.
Es cierto, hay que esforzarse por llevar una vida integra y santa. Pero, por otro lado, permítase equivocarse. No sufra más de la cuenta cuando se equivoque. Aprenda a no tropezar con la misma piedra. Digo esto, porque hay muchos que sufren demasiado cuando cometen un error. Dice el refrán: errar es de humanos. Somos seres pecadores y perfectibles.
Todos tenemos debilidades humanas que nos hacen equivocarnos en el momento menos pensado. Por lo tanto, tome conciencia de esa debilidad y dígale a Jesús resucitado que le ayude a cargar con amor esa cruz, y que, si es su voluntad, le ayude a liberarse de esa debilidad humana más común en su vida. Pero la idea es que no sufra. El mismo Jesús dice: vengan a mí todos los que estén cansados y agobiados, que los aliviaré, porque mi yugo es suave y mu carga ligera, (Mt 11, 28-30).
En conclusión, es un buen tiempo para ponerse las zapatillas y comenzar a caminar. En ese camino se le aparecerá Dios y el diablo. Pero recuerde que Dios puede destruir al mal. Sólo es cuestión de usted se lo pida.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.