Hegel afirmaba que “ser libre no es nada, hacerse libre lo es todo”. Cualquiera dice que es libre, mientras no se tope con traumas pasados no superados que lo esclavicen y le someten a torturas constantes.
Esas esclavitudes emocionales y espirituales son las culpables de los fracasos en la amistad, en el matrimonio y en cualquier otra relación sana que tengamos los seres humanos. Estas esclavitudes no se reportan y no avisan cuándo brotarán en nuestra vida para desequilibrarnos emocionalmente. Por ejemplo, yo puedo estar tranquilo platicando con alguien, pero si de repente veo que mi amiga o amigo está hablando con alguien más, luego me pregunto: ¿Qué estará hablando? ¿De quién estarán hablando? Seguramente están hablando de mí.
Y sacamos conclusiones falsas de algo que ni siquiera tiene sentido. Son conjeturas nuestras. Son nuestros traumas pasados, son nuestras heridas pasadas las que nos hacen quedar mal y las que nos meten en situaciones complejas que no tendrían por qué ser complejas. Es la baja estima, es la inseguridad personal, la que nos mete en laberintos emocionales de los cuales, difícilmente, salimos bien.
No hay nada como vivir libres: libres de prejuicios, libres de relaciones tóxicas, libres de heridas pasadas y libres de todas aquellas marcas, que espiritualmente el mal ha dejado en nosotros. Para liberarnos de todo aquello que nos esclaviza a nivel emocional, es necesario comenzar un buen proceso psicoterapéutico. El hacer catarsis de ese pasado doloroso nos hace hombres y mujeres más libres.
Para quienes somos cristianos, si queremos liberarnos del pecado, es decir, de todo aquello que hemos hecho en contra de los mandamientos y de la voluntad de Dios, una buena confesión nos liberaría muchísimo. A la par de una buena confesión, valdría la pena iniciar un buen proceso de dirección espiritual. Pero además de lo que he mencionado, una buena lectura podría ayudarnos, por ejemplo, las Confesiones de San Agustín, un hombre santo que se convirtió a los 30 años.
Las reacciones desproporcionadas, los celos, las relaciones tóxicas que algunos tienen, esa poca capacidad de perdonarse a sí mismo, tiene su origen en esa cárcel emocional en la que estamos metidos. Muchos se han acostumbrado a vivir encerrados en esas carceletas emocionales que ellos mismos han construido. Y ahí quieren permanecer a lo largo de su vida.
Pero si nosotros queremos ser hombres y mujeres plenamente libres, tenemos que hacer algo. Tenemos que ser libres para hablar, libres para amarnos y amar a los demás, libres de prejuicios y pensamientos negativos.
Todos nosotros tenemos un trabajo, una familia. Estamos siempre en contacto con varias personas durante el día. Y qué triste es ir dejando nuestra mala vibra en quienes la vida pone en nuestras manos. Lo mejor sería dejar una huella positiva en quienes entran en contacto con nosotros.
Dios nos ha dado la vida para ser libres y felices. Sin embargo, muchos no lo somos. Y no los somos, porque hemos decido permanecer en esos charcos de agua sucia en los que hemos habitado por años. Pídale sabiduría a Dios para poder comenzar a ser plenamente libre. Solo siendo plenamente libres podremos ser hombres y mujeres de excelencia.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.