Si queremos un país y una iglesia en donde reinen los valores y no los antivalores, desde ya hay que comenzar a trabajar juntos y hablar con la verdad. Eso de hablar a las espaldas de los demás no es cristiano. Recordemos que el mal no se duerme, y en la actualidad aún hay muchas personas que siguen haciendo de las suyas, violando a diestra y siniestra la dignidad de la persona humana. Cada día crece el número de personas maltratadas física y psicológicamente a lo largo y ancho del país.
Estamos en un tiempo (cuaresma) que nos invita a la conversión de vida, al arrepentimiento. Este es un tiempo que la vida nos presenta para enmendar errores y comenzar a construir una sociedad distinta. Creo que todos soñados con una Guatemala más próspera y con ciudadanos más íntegros.
El cambio comienza dentro de cada uno. No hay que tenerle miedo a los cambios. Hoy tiene la oportunidad para tomar la decisión de decir: sí quiero ser una persona diferente, sí quiero construir un país con valores. No es fácil construir una sociedad sobre valores, pero hay que hacer el esfuerzo.
Si queremos vivir en una Guatemala en paz y con respeto, es urgente que cada quien ponga su granito de arena en su propia familia; porque todos los que hacen daño, han nacido y crecido en el seno de una familia; y por el contrario, todos los que hacen el bien, han nacido en una familia.
Los valores morales y espirituales están en la calle de la amargura, porque quienes deben practicarlos también están en la calle de la amargura. Esta realidad es visible en casi todos los espacios de la vida nacional. Pareciera que la práctica de los valores “le vale” a medio mundo. Por eso es de vital importancia crear espacios que favorezcan la práctica de los valores humanos.
No sé si usted se ha encontrado a personas que son bien pilas para mentir. Hablan con tanta certeza, que pareciera que sus mentiras son verdades. Han hecho de la mentira un hábito. Son buenos para mentirle a sus trabajadores, a sus jefes, a su pareja y a sus hermanos. ¡Pobres! Porque tarde o temprano caerán en las redes, en las trampas que ellos mismos han construido. Dice el refrán: la fruta de madura se cae.
Los valores más urgentes a poner en práctica en las familias, en los centros educativos, en las iglesias y en las empresas son el respeto, la verdad, la honestidad, la amistad, la integridad y el amor. De todos los anteriores, el valor del “amor” es la fuente de todos los demás. Porque si usted se ama, tratará de cuidarse de manera integral.
“El amor es lo único que crece cuando se reparte”, (Saint-Exupery). Pero nadie puede dar algo que no tiene. Es necesario cultivarlo, alimentándolo con otros valores como la responsabilidad y honestidad. Hemos nacido, para amar y ser amados. Hemos nacido, para vivir el amor responsablemente. Por lo tanto, reparta amor. El amor transforma y elimina la violencia, la hipocresía y cuanta maldad habita en el corazón del ser humano.
Aspire ser una mejor persona. No se conforme con amar lo mínimo, sino demuestre con palabras y obras que el amor es la mejor medicina para mejorar su baja autoestima y ese pobre concepto que tiene de sí mismo. Si usted aprende a amarse, automáticamente amará al prójimo y a Dios mismo.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.