Luego de dos semanas de las Elecciones Generales en Guatemala, aún persisten las inconformidades de quienes se creían ya en los cargos. Nunca se imaginaron que el pueblo hablara a través de las urnas. Esperamos que los perdedores acepten que perdieron, para no hundir más al sistema democrático guatemalteco.
Las reflexiones de este proceso son varias. Y los buenos ciudadanos tenemos que llevar agua para nuestro molino, porque a veces nos pasa lo mismo que a este grupo de partidos y corruptos perdedores: no aceptamos la derrota. La derrota es parte de la vida, algunas veces ganamos, pero otras perdemos. La vida es así. Por lo que cuando perdamos o nos derroten, no tenemos que asumir una actitud terca y abusiva ante quienes no tienen la culpa de nuestra mediocridad.
Estos últimos días se han visto varios políticos y algunos fiscales de estos partidos que ustedes ya saben, con una arrogancia y prepotencia maquiavélica ante sus detractores. Pareciera que no tuvieran nada qué hacer, porque se dedican a tiempo completo a estructurar sus estrategias de combate hacia quienes los han criticado por su pasado no tan sano y bueno.
Da un poco de tristeza ver a nuestro país en circunstancias como en las que se ha visto estas últimas semanas; pero al mismo tiempo, esta realidad debe motivarnos a todos los buenos guatemaltecos a levantarnos cada día con el deseo profundo de transformar a Guatemala. No tenemos que perder la esperanza de que tarde o temprano nuestro país florecerá.
Pero para que Guatemala florezca y resucite se requiere del esfuerzo de cada uno de nosotros de manera individual, es decir, que cada quien desempeñe con excelencia esa profesión que ha elegido. No es nada fácil, porque la corrupción y la mediocridad está en todas partes, pero si nos lo proponemos, cada uno de nosotros puede convertirse en una pequeña gota de honestidad e integridad en dondequiera que esté.
Lo que está pasando en nuestro país es un síntoma de la presencia del mal en las personas e instituciones del Estado. Es increíble cómo todos los representantes del mal se están uniendo para dejar fuera a quienes les parecen incómodos y así poner en su lugar a otro coyote de la misma loma. Desde que yo tengo memoria, nunca había pasado lo que sucedió esta última semana.
Esperamos que por fin los inconformes se vayan calmando y respeten la voluntad y soberanía del pueblo de Guatemala. El TSE debe oficializar a los ganadores de las Elecciones pasadas. Retrasar la oficialización de los resultados por más tiempo no le conviene a la carcomida democracia en Guatemala.
Por nuestra parte, tratemos la manera de no perder la esperanza en un futuro mejor. Aprendamos a ganar y a perder. Y cuando perdamos, aceptemos que perdimos y sigamos trabajando más y mejor para enmendar esos errores que nos llevaron a fracasar. Pero no seamos necios en insistir que ganamos, cuando en realidad hemos perdido.
Los que somos cristianos recemos por nuestro país, para que los que están manoseando las leyes a su antojo, tarde o temprano reciban su merecido. Oremos para que Dios nos dé sabiduría para elegir al mejor de los dos finalistas a la segunda vuelta de las elecciones. No nos dejemos manipular por campañas negras ni por ideologías. Los guatemaltecos queremos un presidente que gobierne con humildad e integridad. La “vieja” política hay que dejarla a un lado.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.